martes, 2 de febrero de 2010

Nuestra amiga la hipocresía


Según yo y mi filosofía de la vida, existen diferentes clases de amigos, entre estos se cuentan los “amigos desechables”, que por definición vienen siendo personas que conoces en algún momento y que circunstancialmente se convierten en tus compañeros de camino, pero no bien finaliza la actividad o razón que los hace coincidir en determinado lugar salen de tu existencia, sin lamentaciones ni nostalgia.
Un ejemplo de esto es mi amiga Nereida, a quien conocí en uno de esos tantos tropiezos que acumulo en mi curriculum laboral y que solo me sirvieron para valorar lo que es trabajar por vocación. Como las horas dentro de una oficina estrecha se hacen eternas y no habia otra alternativa que la de interactuar, ambas nos contamos la vida y milagro de cada una. Ella sufría como protagonista de novela mexicana por un hombre que habia sido una vez su novio y que poco tiempo despues se convirtio en el esposo de otra. Tal era su obsesion por aquel hombre que cuando este la llamó para preguntarle que había sido de su vida, sin hacer siquiera el intento de ser digna le dijo que lo que mas deseaba era estar con él.
Sus encuentros apasionados se convirtieron en mi desayuno cada mañana por varios meses, hasta el día en que decidí marcharme de aquel involutivo empleo.
Un año después me lleve la sorpresa de coincidir nuevamente con ella pero en una materia de la universidad, una novedad para mi porque cuando la conocí no estaba nada interesada en estudiar. Mas, ahí no terminaría mi sorpresa pues la Nereida que veía era muy diferente a la que recordaba, ahora usaba faldas a la rodilla, no llevaba maquillaje, ya no exhibía sus senos y saludaba a todos con un “Cristo te ama”.
Aunque no le dije nada, me alegró mucho presenciar un cambio de vida tan positivo como el que ella proyectaba; estaba ansiosa por sentarme a conversarle para así descubrir como se habia dado tan maravillosa transformación dando paso un ser más espiritual, cuando finalmente sucedio, ni siquiera me dio chance a decirle nada, ella se apresuro a preguntarme si aún seguía con Leonardo, cuando le dije que si, me dijo que si pensaba continuar con él debia ir pensando en el matrimonio pues yo estaba en el pecado.
Cuando se percato de mi desconcierto, sonrió y quiso suavizar las cosas, me conto que estaba muy enamorada de un joven evangélico que no solo la había hecho salir del camino del demonio y conocer la gracia de Dios sino que tambien la iba a convertir en su esposa. Le pregunte cuanto tiempo llevaban juntos y me dijo muy feliz que llevaban cinco meses conociendose.
No sé por que razón vincule esa presurosa determinación con el imperante deseo que debian de sentir ambos por llevar su relación a la cama; y como el que anda por caminos cristianos debe esperar hasta el matrimonio para llegar a esa etapa… Mis pensamientos justificaron la prisa con esta lujuriosa explicación, pensamiento que me hizo sentir culpable por siempre elegir pensar lo peor de los demas...
El cuatrimestre que pasamos juntas me fue revelando mas novedades de esta “nueva” forma de vida que ahora Nereida llevaba, en el curso pocos la soportaban porque ella se la pasaba queriendo aleccionar a todos, corrigiendo a las que llegaban vestidas con escotes provocativos o pantalones muy ajustados ( como ella siempre se vistio antes de su “conversion”), con tono de severidad le decían que eran representantes de Lucifer mientras se vistieran asíy ni hablar de las largas charlas que me tenia que calar cada vez que me veia, la mayoria de las veces indicandome como debia dirigir mi vida.
Sus mensajes virtuales incluían una bendición y todas sus fotografías eran junto a su amado en algun culto religioso o en amor "casto y puro".
No lograba vincularla con la chica desenfrenada y apasionada que había conocido en la oficina, esa que no reparaba en matrimonios o en cualquier ley moral para hacer lo que se le pegaba en gana… Pero la gente tiene derecho a cambiar… Al menos eso me decía para mis adentros cada vez que por un impulso inexplicable de mi corazón quería dudar de su honestidad.
Y como los dichos no se equivocan , entre cielo y tierra no hay nada oculto, más tarde o temprano todo se sabe… Sin quererlo, ni buscarlo, descubrí el secreto de mi amiguita la “fiel sierva” del Señor.
Una noche estando en el apartamento de Leonardo, de pronto comenzamos a escuchar ruidos bastante inusuales del apartamento de arriba, pusimos muda la televisión para escuchar más atentamente y confirmamos que nuestra imaginación no se había ido demasiado lejos, el vecino estaba en plena faena amorosa con una femina nada pudorosa que no controlaba sus expresiones y gemidos. Leonardo y yo reimos sin parar con todas las locuras que la entusiasta amante le decia al vecino mientras estaban en plena acción, a pesar de lo cómico que estaba el asunto preferimos subir la televisión para darles privacidad.
A la medianoche ibamos saliendo del apartamento y mientras nos disponiamos a cerrar la puerta, la vimos bajar muy sonriente y agarrada de la mano del vecino de arriba… Era ella, Nereida, la evangélica convertida, la que no pecaba, la que reprendía a todos en la universidad, la que dijo que yo vivía en pecado.
Y ese que la llevaba de la mano NO era el joven con cara de “yo no fui” que la acompañaba en las fotos de su facebook, su prometido, el hombre que, según ella, había cambiado su vida.
Ahora sé lo que queria decir cuando afirmaba estar llena de gozo y amor por el señor de los cielos, se refería al señor de arriba, al que vive en la decimo quinta planta de la torre donde reside mi adorado tormento.
Nos miramos a la cara y no hubo nada mas que decir…
Ella seguía siendo la misma mujer irreverente y apasionada que ignoraba las reglas siempre y cuando fueran en contra de sus deseos, solo que ahora se empeñaba en llevar una mascara que no le quedaba, la mascara que cada uno de nosotros en muchos momentos de nuestras vidas también usamos: la de la hipocresía.
Ese defecto que nos pertenece a todos los humanos y que sin excepción alguna todos tenemos. Aseguramos que es lo que mas odiamos, pero solo mientras la usen otros para lidiar con nosotros, diferente a cuando ese recurso nos salva “el pellejo” en situaciones dificiles.
Quien alguna vez en su vida no haya sido hipócrita que se atreva a criticar a mi amiga Nereida, la falsa evangélica…