sábado, 8 de mayo de 2010

Mujer regalada, mujer relajada...


Cuando Miriam nos dijo que dentro de tres días se mudaría a otra provincia para iniciar una nueva vida junto a su nuevo amado, todas quedamos pasmadas.
No sabíamos determinar que parte de la noticia era la más impactante, si el hecho de que abandonara y sin más todo lo que había construido, que nos lo anunciara tres días antes de su partida o que el motivo de todo aquello fuera un hombre que apenas tenía un mes en su vida y al que nunca le habíamos visto la cara.
Pero ella no nos estaba pidiendo permiso, nos lo estaba comunicando, por eso pellizque a Lolita cuando la vi tomar impulso para decirle par de verdades.
“Te deseo la mejor de las suertes”, le dije.
Lolita y Martha se quedaron calladas, Miriam sin disimulo se enojo y decidio abandonar la mesa.
Una pequeña de dos años y medio la esperaba en casa, su hija, era la sobrina de todo el grupo y quien precisamente motivaba nuestra preocupación.
El día antes de partir al destino escogido paso por mi casa, me pidio algo de dinero prestado y luego se descargo arremetiendo contra Martha y Lolita, acusandolas de envidiosas, haciendo énfasis en lo justo que era que finalmente alguien la hiciera feliz.
Nosotras más que nadie sabíamos todo lo que habia tenido que pasar tras salir embarazada de la pequeña Luz, todas las lágrimas que rodaron por sus mejillas luego de que su familia la abochornara y de que su novio de hacia cinco años la abandonara porque no quería ser papa.
Sabíamos de toda la soledad que vivio y de lo fuerte que fue asumiendo el rol de padre y madre a la vez, pero también sabíamos que esa misma soledad no la estaba dejando pensar con claridad y que estaba tomando una decisión muy precipitada e impulsiva.
Lejos de nosotras, quien la ayudaría?
Pasaron meses sin que supieramos nada de ella; Miriam no tenía tiempo para nada, trabajaba hasta doce horas corridas, comenzo a hacer rifas, a vender ropa interior y hasta a ofrecer sus servicios como doméstica en los fines de semana, pero aun así pedía prestado a todo el que conocía, le debía dinero hasta al mendigo de la esquina.
La pequeña Luz paso a un segundo plano, Miguel, el nuevo amor de Miriam, demandaba bastante y ella hacía todo por complacerlo.
El quería una casa con cierto estilo, con muebles que lo invitaran a quedarse más tiempo en casa, pues los que Miriam había llevado les deprimían, eran algo desfasados, eran “de pobres”, como el decía.
Sacar los muebles a crédito fue la solución que Miriam le dio a las exigencias de su nuevo “marido”, las cuotas mensuales, las pagaría ella, por supuesto... Pero ninguno de los dos contaba con que al auto de Miguel se le dañaría el motor justo la semana en que se pagaba la primera mensualidad de los muebles y como el nuevo marido había perdido su empleo, el problema era integramente de la recién estrenada esposa.
Las facturas del comedor de la esquina se fueron acumulando en la mesa de la sala, pues a Miguel no le gustaba el sazón de Miriam y preferia pedir comida diariamente.
“No te mortifiques mi negra, que eso se paga a final del mes”, le decia Miguel mientras la acariciaba con imprudencia, igual que lo hacia por las noches, cuando ella regresaba exhausta, despues de un día agotador.
No le quedaban fuerzas para disfrutar del amor, para gozar el hombre que tantos sacrificios le estaba costando.
El se impacientaba, reclamaba tiempo y pasión en la cama, la acusaba de excusarse siempre con el cansancio, la amenazo con buscarse a otra… Y lo cumplio.
Siete meses después de su brusca partida, Miriam regreso a la ciudad, toco la puerta de mi casa, bajo a la niña de sus brazos y se desmorono en el mueble de la sala, lloro hasta que se sintio ahogarse, luego me conto todo lo sucedido…
Una vez más fracasada, fue como se declaro esa tarde en que finalmente entendía sus errores.
La tarde en que yo confirme que una vez mas mami tenía razon cuando me decía que una mujer jamas debe acomodar a un hombre en lo material, porque aunque la dignidad de una mujer sea insobornable, en ninguna de sus interpretaciones uno se puede regalar…