martes, 7 de junio de 2011

Viviendo la vida loca


Una de las cosas más difíciles de admitir en voz alta es “me botaron” y no es que yo sea diferente al resto del mundo, pero no voy a decir que me cansé y lo mande a volar, que nos estamos dando un tiempo o a inventarme una historia que pronto olvidare y eventualmente me hará quedar como una mentirosa entre mis conocidos.

Leonardo me boto, me dijo muy claramente que ya no desea continuar nuestra relación y como si fuera poco abrió la puerta de la casa invitándome a salir.

Después de llorar con jipio, maldecirlo con todas mis amigas, amargarme hasta con las letras del himno nacional y casi estrellarme contra un poste de luz por andar manejando con los ojos llorosos; me dije: Ya esta bueno de estar dando asco, total que él ni se entera y que tal si se entera, ¿acaso quieres que regrese a ti porque le da tanta lastima tu condición que siente que no tiene otra opción? No señor, no porque él me haya botado quiere decir que yo este de más en el mundo.

Me fui al salón e hice lo que toda mujer en despecho hace: cambiarse el corte y color de pelo.
Salí y me sentí otra, olvide mis estrictas reglas de ahorro y gaste lo que se antojo en mi tienda favorita (en la que todo cuesta un riñón, pero es tan lindo), me veía fenomenal, las compras me revitalizaron, ahora solo faltaba buscar con quien salir. Después de varios minutos de búsqueda exhaustiva en mis contactos del bb, del chat de gmail, de mis mensajes directos en el twitter y los comentarios sugestivos de mi facebook, recordé la existencia de Braulio, un colega que hace meses quiso darse la tarea de conquistarme y decidí frenar de golpe para continuar en la relación que termino hastiando a Leonardo.

Muy dispuesto Braulio acepto mi invitación, yo para evitar conversaciones, darle chance a que se pusiera serio o en plan de estrategia, le dije que me llevara a bailar. Efectivamente, entre la música y el alcohol nos aturdimos, solo recuerdo que bailamos a más no poder y que salí descalza de la discoteca, esta es la fecha que no sé donde deje mis zapatillas doradas. Pero qué más da, esas me las regalo Leonardo.

No tengo costumbre de beber alcohol, por lo que al día siguiente de la bailadera amanecí con un malestar que creí estar agonizando.

Como toda persona resacada jure que nunca jamás en mi vida volvería a probar un trago de alcohol, dos días más tarde, iba por la segunda copa de margarita y no había quien aguantara la risa incontenible que tenía (si no me graban con el celular no se los creo). Mis amigas que armaron una salida para distraerme y darme apoyo moral, terminaron muy arrepentidas de aquella iniciativa, luego de la vergüenza que les hice pasar con mi exagerada risa y un improvisado baile que intente hacer sobre la mesa.

Braulio me volvió a llamar para que saliéramos, yo que estaba más que decidida a vivir “la vida loca” hasta olvidar a Leonardo le dije que sí y sin darnos cuenta comenzamos a vernos diario, siempre con un plan diferente. Se atrevió a besarme en la tercera salida, no puse oposición y durante los siguientes días seguimos el improvisado romance.

Andábamos agarrados de la mano, hablábamos por horas, jamás trato de pedirme un nombre para lo que teníamos o de exigirme publicar en mi facebook que teníamos una relación. Nadie nunca hablo de eso. Y yo nunca lo pensé hasta el día en que para referirse a él dijo “nosotros”.

Ahí fue cuando sentí que me sacudieron y escuche un imaginario grito: “!oye Yuyita despierta!”

La estaba utilizando y no debía, porque a pesar de andar pregonando que no quería saber de Leonardo y querer demostrarle al mundo que era mucho más feliz de lo que jamas fui en la vida, en realidad todo lo estaba haciendo por él. Yo creí que quería olvidarlo pero que va, lo único que quería era que alguien le dijera que me vio muy feliz, sexy y enamorada para ver si regresaba a rescatarme de mi locura.

El único “Nosotros” que yo conozco es el que me incluye junto a Leonardo, por más patético que eso suene en estos momentos, la verdad ante todo.
Por eso hable con Braulio, me aleje de él, ya no lo he buscado más y estoy siendo un poco más sincera conmigo.

¿Qué hago yo dizque usando colaless como ropa interior diaria? Por más sexy que digan que es eso, es la cosa más incomoda del universo, además esa no soy yo, he regresado a mis ropa interior de niña buena.

Y en este preciso momento salen de mi closet las blusas de escote exagerado, no sé en que pensaba cuando compre todas estas blusas atrevidas hace algunos días atrás, yo ni siquiera tengo suficiente material para provocar más que la pregunta ¿y para que ella está usando eso?

Ya no tendré que fingir que no tengo sueño para continuar el recorrido por todos los bares y discotecas de la ciudad, no sé si es señal de vejez o que pero no tengo espíritu para disfrutar eso, prefiero la paz de una buena conversación y la sobriedad que me impide querer subirme en las mesas a bailar y terminar mostrándoles a todos mis lunares de nacimiento.

Hasta aquí Yuyita y la vida loca, me resigno a vivir lo que me toca, soy una mujer botada, en despecho, loca porque me recojan y punto.