martes, 20 de julio de 2010

Enferma de mal de amores


Desde hace varios días no duermo bien, me la paso soñando problemas , situaciones imposibles y hasta realidades utópicas en las que escucho todo lo que quiero escuchar o vivo todo lo que siempre anhele; cada uno de estos sueños siempre con Leonardo como protagonista.
He tratado de acostumbrarme a su existencia fantasmal entre mis sueños y mi cotidianidad; a veces hasta me sorprendo hablando con él sin que este, a pesar de que hace más de un mes que no lo veo ni sé nada de él, está más presente que nunca.
Por primera vez ya no lo incluyo en mis oraciones al encomendar mis días a Dios, para evitar sentir todo el amor subirme de golpe al corazón… Prefiero no pensar en su suerte, sus problemas o lo que estará viviendo mientras yo sigo con la vida estancada, haciendo por hacer, resignada a seguir respirando y dando lo que no tengo para cambiar este malestar por cualquier otra enfermedad curable...

Una vez que pongo la cabeza en la almohada mi subconsciente se las arregla para inventarse historias cada vez más fantásticas e irreales que me provocan sobresaltos de solo recordarlas .

Como la vez en que soñé estar recién casada y el amanecer de la primera noche de luna de miel encontre a Leonardo mirandome fijamente desde la puerta del baño con una expresión en sus ojos que desconocía, una mezcla de ira y maldad que no comprendí. Le pregunte que sucedía, me grito que lo dejara en paz, luego de un variado repertorio de insultos en el que además me reclamaba cosas que ni habían sucedido; con un portazo se encerro en el baño por un buen rato para luego salir con pedantería e irse lejos. Me pase todo el sueño desesperada, sintiendo el corazón oprimido, conteniendo las ganas de llorar y recorriendo un hotel que se hacía infinito para encontrarlo, un extraño lugar sin una pizca de alegría. El nunca apareció en el sueño pero me dejo el sabor amargo del desprecio y de su abandono inexplicable.

Otra noche, muy al contrario de este angustiante sueño, me perdí en una historia tan absurda como improbable en la que Leonardo aparecía de sorpresa en mi casa, vestido con una formalidad inusual en él, y me pedía que le acompañara a cenar. Con paciencia espero que me vistiera para la ocasión y me regalo una sonrisa emocionada cada vez que algún semaforo o tapón le permitió centrar su atención en mí.
Yo sentía cosquillas en el estomágo tan solo con sentir el olor de su perfume y en el sueño estaba convencida de que no lo estaba imaginando… Me llevo a su casa y al abrir la puerta un camino de velas y pétalos nos condujeron a la mesa donde nos esperaba la cena, sin embargo, nada fue más emocionante que sus palabras, en las que me reafirmaba su amor y me pedía no abandonarlo jamás.

Si tuviera que elegir entre estos dos sueños el más perturbador, no sabría cual de los dos se supera, ambos enrarecieron el color de mis días, los dos lograron atormentarme.

El no está conmigo y cualquier cosa que me haga recordar sus errores agrandan más mi dolor, de igual forma, cualquier cosa que me haga recordar su capacidad de hacerme feliz me oprime el corazón, porque este amor vencido esta condenado a convertirse en recuerdos y mientras eso sucede me mata la nostalgia, los deseos imposibles, el incesante dolor de mi corazón.

Ya no puedo esconder mis ojeras, es evidente que no duermo bien, la ropa comienza a quedarme holgada, ya no puedo disimular que me pasa algo.

Estoy enferma de mal de amores y cada día me pesa como si fuera un yunque…

La medicina no contempla este mal como un padecimiento serio, en los trabajos no dan licencia por este motivo, las personas no te dan el pesame por la perdida de un amor.

El mal de amor es un tropiezo más de la cotidianidad, que cabe en la misma categoría que el robo de un celular, por el que todos te consuelan diciendote que pudo haber sido peor o aconsejandote cosas obvias como que te cuides en la calle y desconfies de quien se te acerca.

Y como el mundo sigue girando y nadie se muere de amor, yo seguiré con mi mal de amores, mi falta de apetito y mis sueños extraños hasta el día en que estos me quieran abandonar y finalmente se lleven el fantasma de Leonardo con ellos.