martes, 27 de diciembre de 2011

Creer y seguir creyendo


Se acerca peligrosamente el 31 de diciembre y mi corazón se inquieta cada vez más a medida que se aproxima el día. Me asustan los fines de año.

Además de la tormenta interna de pensamientos y recuerdos que esto implica, es otra ocasión donde no hay manera de zafarme de la reunión familiar.

No, no es que no quiera o disfrute a mi familia, el problema no son ellos, son los miembros de este interminable clan que aparecen solo para estas fechas y que me provocan tantos sentimientos desagradables.

No entiendo porque cada año tiene que empezar con esta gente, que al final de cuentas no son más que desconocidos.

Es como si fuera un maratón de gente indeseable y entre los que compiten se encuentra la tía Gema, una mujer amargada a la que todo le parece mal.

El 24 de diciembre se me sentó al lado, no se por qué. Yo, para que no fuera más incomodo de la cuenta, le puse tema de conversación, le conté con alegría que Saritah se iría del país y se casaría a principios de enero.

Ella arrugo la cara y contesto que le apenaba la vida que esa pobre muchachita iba a llevar en lo adelante.

Pero tía, si ella se ve tan feliz y Richard es un buen hombre, tiene recursos y están muy enamorados, le dije.

¿Y tu eres de las que cree que el matrimonio es un nido de rosas?, no me hagas reír, que lo mejor es ser novios, después todo es complicación. Desde el primer día de casada, después de la boda, comienza el malestar, cuando te despiertas y te das cuenta que tu vida te la acaban de cambiar por una en la que tienes una lista interminable de obligaciones. Al menos el enamoramiento te da fuerzas para poder con eso, pero después el tiempo va consumiendo ese sentimiento y de pronto te quedas sin nada.

Si, este tipo de cosas son las que la tía Gema suele decir, no recuerdo una sola Navidad de mi vida en la que ella no haya dicho alguna cosa que me dejara molesta, triste o pensativa.

Por eso trato de no contarle nada sobre mi y los planes que tengo, ella los haría trizas en un dos por tres, igual no se como se entera, pero todo lo sabe.

El tío Luis es muy extraño, suele esta muy callado, pero si lo miro siempre me esta mirando, he desarrollado varias teorías sobre él. Puede ser que sea súper inteligente y este constantemente analizándome. Puede ser que yo haga cosas de manera inconciente para que él me mire o tal vez ni siquiera este realmente viéndome. Quizás nunca conozca la verdadera respuesta, pero igual me perturba.

El primo Enrique, no acostumbra a venir todos los años, pero cuando aparece me pongo especialmente nerviosa, le tengo mucho asco, no puedo evitarlo. Cuando era muy pequeña, una vez bebió tanto que término vomitando casi todo el patio menos de una hora después de haber todos cenado. No puedo evitar relacionarlo con eso. Nunca se lo perdonare.

No soporto los borrachos, el olor a alcohol y las babosadas de gente bebida, y todo eso no falta un 31 de diciembre en mi casa, los hermanos de mi padre se encargan de que este degradante espectáculo nunca falte.

Y con todo este circo de locos, mi familia pretende que yo haga una hermosa oración cada año con todos reunidos alrededor de la mesa para dar gracias por el año que termina y por el que se aproxima. A veces lo intento, este año no lo deseo.

Elijo concentrar mis fuerzas en desprenderme de este año, todo lo que se quedo en él, los amargos tragos que me dio y estos recuerdos tan difíciles que no deseo llevar un día más conmigo. Agradecer y abrazarme a todas las bendiciones que hicieron de este ciclo de 365 días uno muy especial.

Si alguien me hubiera avisado lo que me iba a tocar vivir en el 2011 hubiera sentido un miedo tan grande que me habría paralizado, tanto por lo bueno como por lo no tan bueno a lo que tuve que hacer frente.

Pero como no voy a brujos, no busco ni creo en predicciones, las cosas llegan y ya cuando están solo queda resolverlas. Yo creo que así se vive mejor. Sufre dos veces el que sabe que le van a pegar y luego le pegan, que el que no sabe.

No voy a mentir, le tengo mucho miedo al 2012, pero no me puedo aferrar a eso, a mí y a todos los que recibiremos este nuevo año, solo nos queda creer y después de creer, seguir creyendo, solo así podemos continuar la marcha….

¡Don´t stop believing, vamo´arriba 2012!


lunes, 26 de diciembre de 2011

Lágrimas incomprendidas

Entregada a la misión de distraerme viendo televisión, voy pasando canales sin parar y me detiene ver a uno de los actores internacionales que más disfruto ver en películas, sentado como invitado de un programa de entrevistas. Me digo ¿Por qué no?, y me quedo viéndolo.

Los comentarios divertidos del actor, provocaban carcajadas a la audiencia, a mí que no me sacan tan fácil una risa, logre sonreír con algunos de sus relatos.
De pronto y sin entender la secuencia, el entrevistador cambio el tono, bajaron las luces del estudio y comenzó a mencionar hechos dramáticos de la vida del actor acompañado de imágenes antiguas relativas a lo que decía… Solo faltaron violines de fondo para hacer la escena más penosa.

El actor se desoriento, la expresión de su rostro lo indicaba, solo después de su desconcierto logro seguirle el ritmo a lo que trataban lograr con él: un momento conmovedor.
Hablo de la muerte de su hermano, de la ausencia de su madre, en lo que eso represento para sus problemas de pareja y un montón de motivos más que tenían como fin hacer llorar a los espectadores.

Yo, que tengo las lágrimas más a flor de piel de lo común en los últimos meses, en lugar de sentirme conmovida, me sentí molesta, ofendida.

Es que no entiendo ¿por qué hay personas que usan tus buenos sentimientos como estrategia para conseguir lo que desean?, ¿Por qué hay que remover situaciones dolorosas solo para convencer a alguien de algo?, ¿Por qué parece no importar el dolor que eso cause en el otro?

A mí me hace llorar cualquier cosa, mientras más pasa el tiempo me sucede con mayor facilidad, pienso en el pasado y en comparación, me he convertido en una llorona.

Cuando Leonardo me conoció, me dijo en múltiples ocasiones que yo parecía de hierro, que con nada lloraba y creo que esa “insensibilidad” de mi ser lo conquisto un poco… Creo que se enamoro de algo falso, nunca he sido esa mujer de piedra.

Me siento muy tonta llorando, y me da vergüenza con él, no quiero ni que se dé cuenta.

Pero ahora que lo pienso: ¿en qué se baso Leonardo para decir que yo era de hierro y no lloraba con nada?. En el momento en que me lo dijo, por qué carajo iba yo a llorar si estaba más que feliz, enamorada, con la autoestima fortalecida por el amor recién encontrado y sin ninguno de los problemas que van surgiendo a medida que va uno creciendo.

He culpado a las hormonas, mi ciclo menstrual, el estrés, los cambios, hechos particulares, he usado ya todas las excusas que me han dado las revistas para entender esta sensibilidad mía. Lo único que no había considerado es que nací así, llorona, sensible, emotiva.

Una vez, cuando era muy pequeñita mis padres me llevaron a una pizzería y yo estaba demasiado contenta, pero afuera había una señora tirada en el piso, que lucía sucia y extendía su mano a todo el que le pasaba por enfrente para que le dieran algo. Se me quito el hambre, no pude comer y en medio de la cena arranque a llorar. Cuando pude hablar le pregunte a mis padres: ¿Qué tenemos que hacer para que ella ya no esté así?, podemos darle tu pizza si quieres. Se la dimos, pero igual yo seguí triste toda la noche.

No era capaz de entender por qué hay gente tan desdichada en la vida.

Todavía no lo entiendo. Por eso en un momento de mi existencia lo cuestione todo, me enoje con el Dios en el que me enseñaron a creer, le reclame tanta injusticia, me sentí tonta, engañada y eso me llevó a decidir hacerme de la vista gorda, ignorar el dolor que había a mi alrededor… Y abrace una de las frases que dice uno de mis tíos: ¨Yo no he hecho mundo¨, para quitarme de encima cualquier situación ajena que demandara de mi colaboración.

Y adoptando esa “doctrina” de vida, me di cuenta que la mayoría de las personas eso es lo que terminan haciendo. Actuar como si no vieran nada, sin ser ciegos.

Pero mi conciencia no me dejo quedarme en este camino, y al final de cuentas volví a ser la misma del principio.

No creo en religiones, no ando con intenciones de evangelizar, yo creo en que a cada persona le llega el momento exacto para encontrar una fórmula espiritual que le resulte, si es que lo desea. Esas cosas no se fuercen.

Pero a mí me tranquiliza confiar en que no andamos solos por la vida, que hay ser un superior que si escucha lo que le decimos y aunque nos resulte muy difícil y muchas veces hasta doloroso, comprender sus designios, tarde o temprano le terminamos dando la razón.

No creo en las culpas, las penitencias, la caridad impuesta, la salvación por medio al dolor, objetos benditos, beatificaciones, diezmo y otros chantajes más.

Si creo en un Dios de amor, que me escucha y me colma de bendiciones cada día. Creo que provienen de él los mejores sentimientos que hay dentro de mí, muchos de los cuales son los responsables de que mis ojos tan fácilmente se llenen de lágrimas y que aunque me lo proponga no pueda hacer caso omiso a tantas injusticias.

Ese tipo de sentimientos, así como los dolores del pasado de cada quien, deberían ser intocables, inviolables, inaccesibles para cualquier otro ser humano. Por eso me da rabia que en la televisión, en iglesias, retiros, conferencias y otros tantos, se valgan de mover esas fibras sensibles para convencer.

En cuanto a mis lágrimas, he resuelto dejarlas fluir a su gusto. Si estoy feliz, si logre algo increíble, si fui testigo de un milagro, si me invade la tristeza, si me duele el adiós de alguien, si me derrumba el mal ajeno, si me gana la impotencia, lo que sea que me provoque llorar, le daré rienda suelta.

Ya no las voy a aprisionar más, ellas tienen su razón de ser. No siempre lo podré explicar, no siempre podré ser entendida, pero qué más da. Cada quien con lo que le funcione.