martes, 26 de junio de 2012

Ser buena


No sé si fue por haber pasado más de la mitad de mi vida en un colegio de monjas que hablaban del servicio, del amor, el sacrificio y las obras desinteresadas, o si el asunto esta más relacionado con mi familia y su a veces extrema bondad para con los demás. Mi jefe le llamaría a esto ¨falta de carácter¨ y en este punto ya he llegado a la conclusión de que es simple y llana estupidez.

Bueno, el asunto es que Gloria, la misma que se quedo por ¨accidente¨ con todo el crédito de haber realizado un proyecto que hice yo sola, me escribió el otro día por facebook un mensaje tan conmovedor que me volvió el alma un agua de azúcar. Pensé para mis adentros, ella ni siquiera planeo lo que sucedió, las cosas se dieron así y esto demuestra que esta arrepentida… Y con estos pensamientos acepte la invitación a su casa para preparar unos tacos.

Entusiasmada y sonriente llegue, la encuentre muy estresada, me pide que la ayude en la cocina, lo hago sin problemas. Noto su ausencia unos minutos que se extendieron cada vez más y más, luego comienzo a escuchar voces. Termino de cocinarlo todo y cuando saco la cabeza a la sala me encuentro con una reunión de personas desconocidas para mi, y Gloria en el medio de la sala de lo más risueña y despreocupada.
Me escabullí entre todo aquel jolgorio y me fui sin decir nada. Recibí otro mensaje de ella en facebook casi una semana después: ¿Y qué paso que no te volví a ver?

Me pregunto si ella pensara que los tacos que se comieron ese día habrán aparecido listos por obra y gracia del Espíritu Santo o si nunca reparo en el asunto.
Pero ok, lo dejo ir…

Hace casi tres meses que intento hacer que coincidan la apretada agenda de mi odontólogo y la mía para una consulta.
Un martes por la mañana me llamo para decirme que iba a estar disponible hasta el mediodía, quise aprovechar la oportunidad pero me hizo sentir mal tener que pedirle a alguien más de la oficina que me cubriera ese par de horas, cuando ese día estaba siendo especialmente estresante. Al final decidí no abrumar a nadie por mis cosas y me quede trabajando.

Leila me juro que sentía tanta pena como la que yo sentí aquel día pero tenía una emergencia que se imponía y necesitaba que la cubriera, y así lo hice, ese y muchos otros días más.
Mi trabajo se duplico, Leila se relajo con el asunto, cada vez lo hacía con mayor confianza, al punto que agarraba la cartera en la mano para irse y desde la puerta me decía, ¨ya tu sabes¨ y se iba.

La enfrente y le dije que ya no podía seguirla cubriendo, ella se molesto, me retiró permanentemente la palabra y comenzó a hablar mal de mi.
Poco tiempo después me entere, que las salidas urgentes de Leila tenían que ver con un ruso que vino a conocerla al país, a quien llevaba a pasear mientras yo me ahogaba con su trabajo y el mío.

Debí haber sido la alumna más aventajada de todas las monjas de mi colegio, asumí cada cosa que me enseñaron como si fuera ley sagrada. Me enseñaron a dar más de lo que la gente espera de mí, por eso cuando conseguí mi primer trabajo de inmediato se hizo notar mi eficacia. Mi trabajo era archivar y sacar copias, pero además comencé a ayudar a los que se encargaban de las facturas, hacia de recepcionista de cuando en vez y la jefa al ver mi grado de ¨disposición¨ pronto hizo de mi su asistente. No, no fue un ascenso, mi puesto seguía siendo el mismo por el que me contrataron, mi sueldo también era el mismo y si fallaba en alguna de mis responsabilidades, las que originalmente tenía y las que luego me autoasigné, no se hacia esperar el reclamo o el reproche.  ¨Bien ganao´  Yuyita¨, es lo que me digo cada vez que pienso en eso.

Yo y los regalos somos otro tema, tuvieron que pasar muchos años para yo entender que no debo regalarle a todo el que esta en mi vida solo porque este agradecida por algo que hizo, porque me caiga bien o porque alguien diga que tengo que hacerlo. Yo le compraba regalos a todo el mundo si me enteraba que cumplía años, si era el día del amor, del padre, de la tía, la madre, de los vecinos,  la Navidad, del fin del mundo, el día del nunca jamás o lo que fuera. Tan sentimental yo, tan boba…

Como aquel primer día de san Valentín con novio, en el que vencí la vergüenza de ser apenas una adolescente y sentirme observada por todos en las tiendas con cara de ¨este bicho dizque comprando regalo de san valentin¨.
Le compre un t-shirt que costo 300 pesos, un dineral para aquel entonces, pero sobretodo para mis bolsillos que tardaban más de un mes para reunir aquella suma.
Hice que lo envolvieran con la mayor delicadeza posible, le compre una tarjeta, la dedique sin firma, guarde el regalo esperando la fecha con ansiedad, emocionada se lo entregue y… Nada. No dijo gracias, no se si le gusto, si alguna vez se lo puso y de regalo para mi ni un miserable e hipócrita ¨feliz día de san Valentín¨.

¿Qué por qué ando haciendo este recuento de situaciones ridículas y bochornosas?, pues para no sentirme mal por no ir a los eventos de gente a la que realmente no le importo, para explicarle a mi corazón que aunque se sienta poco útil, debe dejar que cada quien resuelva sus cosas, para tener argumentos validos con los cuales enfrentarme a mi consciencia cuando me quiera hacer sentir culpable por cerrarme a los sentimentalismos. Para convencerme que no estoy haciendo nada mal al concentrarme en mi camino y ser solo para quienes son conmigo.

Lo intento, yo se que lo lograre, pero no dejo de pensar que si todos seguimos tan enfocados en lo nuestro ignorando lo de los demás no hay esperanza de que algo realmente cambie en el mundo.

Si, yo sé, ni me lo digan, lo mío es un caso perdido…