sábado, 8 de enero de 2011

La mejor de todas las complicaciones


Estoy pensando en viajar, hacer un viaje largo, que entre otras tantas cosas, me servirá para ascender en mi nivel educativo. De hacerlo, por primera vez en la vida, no iría al aeropuerto a buscar o llevar a alguien, sería yo la que atravesaría esa puerta que ya no deja ver más.
Cierro los ojos y me veo con abrigos tan grandes y pesados que jamás podría usar en mi país, caminando por plazas y calles que solo he visto en la televisión. Sonrío imaginando que con solo montarme en un tren podría llegar a lugares que aquí suenan tan exóticos y que allá serán tan cercanos.
Y sigo dando vueltas por el mundo en el tren de mi imaginación hasta que llega a mis pensamientos el amor.
Si, el amor que siento por mi madre, el que siento por mi familia, por todo lo que conozco, por mis amigos, por Leonardo… Y entonces ya no sé si podre tener el valor de atravesar esa puerta del aeropuerto que no me dejara verlos más hasta mi regreso.
¿Habrá algo más difícil que el amor?
Hace tiempo que entendí que eso de amar no es tan bonito como lo pintan.
Las canciones, las películas y todos hablan de amor, lo plantean como algo mágico que te hace feliz todo el tiempo y esa idea logra confundirnos y hacernos adoptar definiciones y conceptos que se alejan a la realidad.

Frases como "quien te ama no te hara llorar", me dan risa, pues solamente la gente que te importa y la que en verdad amas podra provocarte lagrimas sinceras; todas no serán necesariamente tristes, también habrá de pura felicidad.

Yo amo a mi madre, es la primera mejor cosa que me paso en la vida, nos amamos a morir pero nos llevamos mejor mientras menos tiempo pasemos juntas. A veces procura ayudarme y protegerme tanto que termina haciéndome daño, a veces me dice cosas muy hirientes que en el fondo lo que buscan es cuidarme. A veces le fallo, la ofendo y después me mata el remordimiento. Quiero acercarme, decirle que me perdone, pero se me tranca la garganta, no me salen las palabras y no le digo nada.
Pero ella me perdona sin decir una palabra, me sonríe, prepara las cosas que me gustan, me consiente como de costumbre, como si yo no hubiera cometido falta alguna; así me derrumba, me hace prometerme, "no lo vuelvo a hacer".

Mi familia me ve muy poco, me pierdo la mayoría de las reuniones, eventos importantes y hasta se me olvidan los cumpleaños, no tengo la costumbre de llamarlos (tampoco a mis amigos), parecería que los olvido, que no los pienso, que no los extraño. Si lo hago, y aunque quisiera entrar cuando están todos reunidos y decirles lo mucho que me importan y lo feliz que me hace estar con ellos, me quedo callada, ni siquiera sé cómo responder a sus abrazos efusivos y las bellas palabras que me regalan siempre cuando llego. Ni siquiera recuerdan que falte muchas veces, que olvide los cumpleaños, ni nada parecido, lo único que me recuerdan es que me aman y cada vez que regreso es una alegría.
Los amigos, lamentablemente no siempre son amigos, algunos me han dado la sorpresa de no estar de mi lado, otros si lo están, pero igual fallan, lastiman, ofenden, al igual que lo he hecho yo alguna vez; los únicos que han superado las pruebas del tiempo y hasta de la distancia son aquellos que me han perdonado y a los que perdone.
Cada uno de ellos es mi ancla a la vida, y en este momento, a mi país, a todo lo que tengo aquí.
Sé que no los voy a perder por irme, sé que estarán aquí cuando regrese, pero no dejo de pensar que no debo dejarlos y hasta me molesta pensar así.
Sé que no debe ser así pero siento que necesito el consentimiento de ellos para poder irme tranquila.
Parece que en la vida uno jamás deja de darle cuentas a alguien sobre lo que va a hacer, de donde viene, a donde va, por qué hizo, hace o va a hacer tal o cual cosa.
Parece que no voy a dejar de sentirme culpable por hacer algo que deseo, pero que de alguna manera va a hacer sentir mal a alguien más.
Uno siempre tendrá que pedir permiso, siempre tendrá que dar cuentas, siempre tendrá que hacer o dejar de hacer por consideración, mientras uno tenga gente que lo ame, siempre será así, porque es una de las facturas del amor.

Podre estar a uno o varios océanos de distancia de mi madre y estoy más que segura que cuando me llame me preguntara que comí, si me están tratando bien, si mi ropa está limpia, me advertirá que tenga cuidado, que no esté hasta muy tarde en la calle y si no la detengo a tiempo, me recordara que no debo abrirle la puerta a extraños y que no debo comer cosas que recoja del piso.
Sus preguntas me podrán incomodar o cansar, pero al final, yo sé que es puro amor.

Dice Corintios 13 que el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece;
no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

Y aunque estoy de acuerdo con muchas de estas afirmaciones bíblicas, creo que se les olvido especificar que el amor también duele, hiere, enfada, aprisiona, enloquece, desespera, confunde, entre otras tantas cosas más que no son tan bonitas pero que son reales e inherentes a la condición humana… ¡Y al amor!

En fin, amar jamás será algo sencillo, pero sin dudas es la mejor de todas las complicaciones de la vida.


Es perdonarme tú, y comprenderte yo...