viernes, 5 de noviembre de 2010

Flores porque sí


Mi mamá siempre me ha dicho que más que conquistar un triunfo lo importante es cacarearlo lo suficiente para que todo el mundo se entere, porque si no lo haces es como si nada te hubiese sucedido.
Particularmente siempre he tenido problemas para andar pregonando mis logros y desdichas ante las personas, honestamente me da mucha vergüenza. No me molesta que los demás se enteren de algo feliz o triste que me sucedió pero prefiero que no sea por mí.
Mira como son las cosas de la vida que a mí me toco vivir en la era del Facebook y el Twitter, dos redes “sociales” que se encargan de facilitar el asunto de andar regando informaciones que quieres que medio mundo sepa.
Y si digo “sociales” entre comillas, no es una casualidad, es que me parece que es una bonita palabra para disfrazar el verdadero fin de esas direcciones virtuales: meterse en la vida ajena.
Bueno, pero no es un pecado, después de todo, cada usuario publica de manera voluntaria lo que desea que sepan de sí; y tanto le toman el gusto al asunto que hasta publican cosas que ni deben.
Y es así como me entero de las depresiones, enamoramientos, enfermedades, éxitos y fracasos de casi todo el que conozco, del que alguna vez vi de lejos y del que ni idea de quién ser
á. Si los veo en la calle probablemente no los reconozca pero me sé sus nombres con apellidos, apodos, estado civil, vida social y hasta una ligera idea de lo que hay en sus cabezas.
Muchos quizás se nieguen a afirmarlo en voz alta pero yo lo admito sin vergüenza, yo, Yuyita Flores, pasó horas de mi existencia pegada al Facebook y al Twitter, leyendo y viendo en fotos la vida de otros y a veces sin proponérmelo o poderlo evitar, comparándola con la mía.
Tanta gente que se pinta inmensamente feliz y dichosa logra hacerme sentir miserable por momentos, me hace pelear con Dios y preguntarle “oye y por qué conmigo no haces eso eh?”.
Otros me espantan y me dan ganas de borrarlos con su eterna depresión y desdicha, no sé realmente que es lo que buscan con eso pero a mí solo me dan ganas de correr.
El amor empalagoso de algunos contrasta con el terrible despecho de otros que hasta dan asco para ver si sus antiguas parejas le cogen pena y se devuelven.
La cosa es que cada vez que entro en una de esas temporadas de sequía amorosa, ya sea por una pelea, una separación o una ausencia involuntaria del novio, en lugar de ocupar mi cabeza en otras cosas me da con meterme en el Facebook, lugar que convoca con éxito masivo a todas mis inconformidades y penas existenciales.
Recién me entero de que Carlita decidió dejar su super empleo para irse a España a estudiar, ahí la veo posando en la plaza mayor y me hace pensar que debe sentirse muy rico eso de alejarse de todo y todos por todo un año. Yo también quisiera irme.
Lorena se mudo con el novio y puso las fotos de alguno de los cambios que le agregó a lo que ahora es su hogar; no puedo evitar pensar que no es lo más honorable para una mujer en esta sociedad hiper machista en la que vivimos, pero vamos a ser sinceros, ella se ve super feliz. Quisiera tener su valentía.
Martha sigue gritándole al mundo que está sola y deseosa de encontrar novio, que cosa más fea y desesperada, me pregunto que dirán sus ex parejas si la tienen agregada y ven aquella declaración de soledad tan patética. Siento vergüenza ajena.
Laura sube fotos de su hijo que recién cumplió un año, está mal decir que los niños son feos, pero es que este realmente supero el feometro (palabra inventada por mi ), lo que no logro entender es como siendo su madre tan bonita ese niño sea tan poco agraciado. Quiero comentarle que esta lindo, una vez empiezo a teclear me digo, "no seas tan hipócrita mejor ponle un “me gusta” y te evitas la mentira".
Mariela publica unas rosas amarradas con una cinta rosada, chocolates y una nota en forma de corazón, el pie de foto dice: “Hoy mi oso me trajo flores solo porque sí”. Y mi corazón rodó.
Flores por qué sí, yo no estaba relacionada con eso; de hecho yo no he recibido flores ni por equivocación; hasta ese momento no me había dado cuenta de eso y entonces me deprimí.
Por qué a Leonardo nunca se le ha ocurrido regalarme flores?
Tal vez porque cuando lo conocí le dije que me parecían ridículas, quizás porque pensó que era mejor hacer un gasto en cosas prácticas y útiles que yo necesitara, probablemente porque después que el tiempo paso se sintió seguro de que ya no tenía que enamorarme, por consiguiente los detalles y las promesas "solo porque sí" pasaron a la categoría de cosas innecesarias.
No sé si es mi culpa o de él, el caso es que a mi puerta nunca han llegado flores "solo porque sí" y aunque ese pensamiento no ha salido de mi mente por semanas no lo pienso poner en mi Facebook , pero puede ser que la ausencia de mensajes enamorados en mi cuenta y el desplazamiento de sus fotos en mi perfil pueda revelar la verdadera condición de mi abandonado corazón.


jueves, 4 de noviembre de 2010

La verdad


Dicen los psicólogos que para tener una buena relación de pareja es esencial una buena comunicación en la que además prime la honestidad. La experiencia me dice que eso no es así.
Lo digo yo que no me callo nada, la palabra comunicación es lo mío, siempre lo ha sido y precisamente por ser de esa manera y ver los resultados es por lo que hoy puedo afirmar que la verdad no siempre es nuestra mejor aliada, menos cuando se trata de asuntos de pareja.
Cuando yo aun creía en cosas que ahora me dan mucha risa, una compañera de trabajo me dijo que a los hombres jamás se les puede decir la cantidad real de ingresos que tienes al mes. Cuando escuche eso, me horrorice, no le dije nada pero pensé para mis adentros, “ay no, que feo es ocultarse cosas, yo no quiero una relación como esa”.
Pero cuando Leonardo comenzó a hacer planes de boda conmigo entendí el asunto. Le busco a cada centavo de mi miserable sueldo un destino diferente, ninguno tenían que ver conmigo ni con los mimos que de vez en cuando me doy. Me dijo: “De ahora en adelante para todo seremos dos, el singular ya no forma parte de nuestra realidad”, o sea ya no había Yuyita, yo y mi dinero nos confundiríamos por siempre en un “nosotros” que con el tiempo probablemente incluiría más gente.
La idea no me gusto ni un poquito, me sentí dominada, atemorizada, aprisionada, ¡atracada!
Y como yo todavía creía que en la pareja todo lo que uno siente, sobre todo si no está conforme, lo comparte, me di la libertad de decirle exactamente como me hacía sentir esa determinación que no consulto con mi voluntad.
Lo que le siguió a eso no tuvo nada que ver con la civilizada conversación sobre nuestros sentimientos que yo imagine, el asunto termino en un pleito histórico donde nos dijimos cosas hirientes que incluyeron menciones especiales de ciertos familiares, antiguos reclamos, rencores que nunca antes mencionamos y hasta el impacto violento de una figura de cerámica contra la pared. Un silencio le siguió a eso.
Estaba asustada, lo único que se me ocurrió fue callar y quedarme muy quieta hasta que su ira disminuyera; en aquellos minutos de silencio pensé y me arrepentí grandemente de aquel ataque de sinceridad que había tenido. Tal vez no debí mencionar lo bruja que es su madre y como siempre busca la manera de hacerme sentir miserable; probablemente haberle dicho que era el hombre más tacaño con el que me había topado en la vida iba a complicar un poco el asunto cuando saliéramos a comprar algo en un futuro; Decirle que no iba a permitir que me convirtiera en su esclava particular a la que además pensaba despojar de todas sus ganancias, quizás no fue la mejor manera de explicarle mis miedos.
Nada había salido bien y no era la primera vez, yo y mi afán de creer que hay que ser sincero ante todo me ha metido ya en demasiados líos.
El problema es que yo tuve que cantar durante años un himno que dice: “No digamos jamás la mentira, no engañemos a nuestros papas, que no hay cosa más bella que un niño cuando sabe decir la verdad”.
Aparte de eso mis primeros años de vida estuve junto a mi abuela, una mujer que te dice la verdad más hiriente sin siquiera inmutarse, es parte de su naturaleza y asumí el asunto de decir la verdad muy literalmente.
No es que vivamos una mentira, pero definitivamente hay mentiras que nos ayudan a vivir mejor.
“No te ves gorda mi amor”, “Estoy de acuerdo contigo”, “Ve y diviértete mi vida, me alegra que te distraigas con tus amigos", "vamos a hablar, te prometo que no vamos a pelear”, “Te juro que no baile con nadie”, “Es un compromiso de trabajo”, “Yo solo te he amado a ti”, “Siempre te he sido fiel”, ect, ect, ect…