sábado, 19 de marzo de 2011

¡Me quedo con mi Blackberry!


Creo que soy adicta a mi Blackberry, lo confieso, después de haberlo negado mucho y haberme creído diferente a la mayoría.
Mi primer impulso al iniciar el día es extender el brazo, alcanzarlo y encenderlo; ver que dice la gente en el Twitter, luego en Facebook.
No necesito cinco minutos extra para dormir un poco más en las mañanas, necesito al menos 15 para revisar bien todas las novedades en las redes sociales.
Leonardo mira con desprecio el aparatito, y las discusiones que hemos tenido por el susodicho son ya incontables. El no tiene uno, por eso no me entiende.
No me entiende a mí y al montón de personas que andamos idiotizadas por el bb, ese objeto curioso que nos mantiene cerca de gente que poco tienen que ver con nuestra vida real, pero que nos hace sentir acompañados todo el tiempo.
El asunto es ese, que el Blackberry no te deja sentir solo. En un mundo repleto de gente sufriendo soledad, que llegue un aparato que te permita estar todo el tiempo hablando con gente, enterándote de sus vidas, participando virtualmente de ellas y creándote la sensación de que mientras tenga batería y conexión, jamás estarás solo, es como si hubieran inventado una píldora mágica.
Demasiadas voces, plumas y teclas critican el cambio en el comportamiento social que ha representado el auge del Blackberry.
Dicen que la gente se olvida de compartir, obvia a la persona que tiene al lado para hablar con otros que están lejos, que viven un mundo imaginario y no se cuantas cosas más.
No es que dejen de tener razón, pero, ¿cuantas veces estamos al lado de gente que por más que le hablemos no nos presta realmente atención?. Vivimos rodeados de personas que a veces ni los buenos días nos regalan, no se acercan a hablarnos; si preguntan ¨¿como estas?¨ no se quedan a esperar la respuesta, el intercambio de palabras es estrictamente el necesario, nada de compartir cosas triviales, relevantes o externar algún sentimiento que ayude a mantener en distancia la temible soledad.
Mientras que el aparatito moderno te ofrece conexión impersonal pero igualmente útil con personas que sí te preguntan como estas, te leen, te responden, te hacen sentir más acompañado, valorado y a veces hasta más útil que quienes viven contigo o en tu entorno.
Si, es cierto que por momentos el asunto se sale de control, que se convierte en algo bastante invasivo, abrumador, extenuante. Es cierto que he sentido el impulso de darle vacaciones por largo tiempo, desconectarme del mundo y de esa manera cerrarle la puerta a quienes preguntan cosas molestas, a quienes siempre andan pidiendo favores sin retorno, a quienes solo quitan el tiempo y hasta aquellos útiles y valorados por mi.
A veces es sencillamente DEMASIADO.
Algunos de mis amigos mas valientes han tomado la determinación de prescindir del famoso BB, el hastío supero los límites de su tolerancia, y yo, en la distancia, siento cierta admiración por ellos; porque hay que tener fuerza de voluntad para andar sin algo que te facilita tanto la vida.
No me importa ser una más del montón de idiotizados del mundo, ser una experta en el universo de las redes sociales, el bb chat y otras tantas cosas más consecuencia del Blackberry.
No necesito excusas para usarlo, dejarme embobar y seguir la corriente, es mío, lo pago yo, me espanta la soledad y me saca al menos una sonrisa al día… Así que, ¡me quedo con mi Blackberry!