sábado, 1 de enero de 2011

La lista


Alguien me dijo una vez, “cuando algo te haga dudar, la respuesta es no”.
Y como todo lo concerniente a mi futuro en estos momentos me hace dudar y me confunde, hasta le he permitido a ese tonto consejo dar vueltas en mi cabeza, pero es demasiado bobo como para causar otra cosa que no sea una mueca y la pregunta: ¿a quién se le pudo ocurrir semejante disparate?
Desde hace más de dos meses vengo pensando en las cosas que quiero proponerme para este nuevo año que recién inicia. Me pasan tantas ideas por la cabeza que de solo pensar me agobio y termino diciéndome “no tienes que decidir tu vida hoy, deja eso para después”.
Y con esa excusa llegue a este primer día del año sin mi lista de resoluciones hechas.
El problema es que se mezcla lo que deseo hacer con lo que probablemente sería mejor.
Después de tanto tiempo esperando a que finalizaran mis estudios para dedicarme a cosas que deseaba hacer, y que antes no pude, me continúan presionando los deseos del resto del mundo y lo que se supone “es lo mejor” para mí.
Cada quien ya tiene pensado que es lo que yo debería estar haciendo.
Mis compañeras de la universidad están hablando de posgrados y maestrías desde antes de que obtuviéramos las licenciaturas.
María, la más aplicada de todas, me pregunto a pocos días de la graduación que pensaba hacer ahora, le dije que descansar y con cara de horror me dijo: “eso no te atrevas a repetirlo en voz alta, un profesional jamás descansa, uno siempre debe de estar actualizándose”.
Y con eso logró hacerme sentir una vaga, una conformista, una mediocre. Sé que no lo soy pero llegue a pensarlo, luego me dije “no caigas en ese juego, tienes derecho a sentirte cansada, también a descansar” y con ese pensamiento espante el espíritu de la incansable estudiante progresista.
Pero me costó un poco más poder lidiar con el hostigante interrogatorio de Mercedes, la ex compañera de campamento que vive cerca de mi casa. Tiene la misma edad que yo, pero ya se ha casado dos veces y cuenta con una prole tan numerosa como variada. Cada vez que la distingo en la distancia miro a mí alrededor a ver si alguna calle alternativa me ayuda a desviar mis pasos y no tener que intercambiar palabras con ella. Creo que ni “hola” me dice, ella pasa directamente a la parte más molesta y personal de mi existencia: mi estado civil.
“Y dime, ¿ya te vas a casar? Porque tú tienes ya como mil años de amores, por cierto, ¿cuántos años es que llevan juntos? ¿Más de cinco verdad? Ay no pero ya cásate, se te va a pasar la hora para iniciar tu familia…” Y por ahí continua el cuento. Pero a mí no me interesa casarme ahora, no me importa si estoy sola, tengo novio nuevo o mil años de amores.
Mi familia dista mucho de esta idea, lo que ellos quieren es que yo produzca más dinero. No es con el interés de que los beneficie, es para sentir que de alguna manera sigo creciendo, es lo a lo que ellos entienden debo enfocar mis energías. Pero ahora mismo no se me antoja convertirme en una maquinita de dinero, prefiero vivir un poco más antes de entregar todas mis energías a esa causa.
Mi abuela es fiel creyente del sueño americano, ella cree que si me voy del país lograre hacer gran fortuna, cada vez que me ve solo me habla del consulado y pasaporte. Yo sonrío y no le respondo, porque si le dijera lo que en verdad pienso ella no entendería que no me interesa irme a vivir a otro país, lejos de todo y todos los que conozco, a empezar de cero en un lugar donde corro el riesgo de que me discriminen por ser extranjera.
Leonardo dice que es el momento de iniciar un curso de cocina. Mejorar mi relación con las ollas, la estufa y los sazones, él entiende debe de ser mi prioridad. Más en estos momentos cuando él está haciendo planes de casarse conmigo… Esta tan ocupado planeando y armando cosas que ni siquiera se ha dado cuenta de que yo soy indiferente a sus aspiraciones de convertirme en su esposa.
Ninguno aún se ha detenido a preguntarme que quiero yo, creo que ni yo misma lo he hecho, y considero que después de haber cumplido las expectativas de todos con respecto a lo que debía de hacer hasta el día de la graduación universitaria, me debo a mi misma el decidir por mi cuenta lo que deseo hacer.
Confieso que nada me entusiasma sobremanera, y aunque suene espantoso, yo, con poco más de veinte años cumplidos, siento que ya he vivido todo lo que me interesaba…

Ya me enamoré , ya gane, ya perdí, fui, soy, quise, tengo, sentí. Si me preguntan y tengo que ser sincera, no me interesa la parte de la vida donde uno se casa, aprende a convivir, se convierte en madre, se aburre, envejece y ve la esperanza como una cosa para gente de otra edad.

La mala noticia es que mientras siga respirando tengo que apegarme a un plan, un plan que debo determinar, aunque al final el plan siempre cambie.

Entonces la pregunta de este momento de mi vida es ¿Qué voy a hacer con tanta libertad?, ¿en realidad estoy libre?, ¿puedo descansar o en verdad debo hacer algo?

Mientras esas preguntas encuentran respuestas, hice mi lista basándome solo en cosas sencillas que deseo realizar y que nunca antes pude o se me dificultaba, como llevar una dieta mas balanceada, ejercitarme, redecorar mi habitación, retomar mis lecciones de italiano, tomar clases de baile, ect.

No, no me importa si soy o no una gran profesional, la novia perfecta, la hija ideal, yo no soy la mujer maravilla, no tengo que hacerlo todo bien ni como otros quieren. Mi vida es mía y yo solo quiero ser feliz… Los demás que hagan su propia lista.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Vamos a darnos un tiempo


No soy buena con los cambios, no me sientan nada bien. Si estuviera en una entrevista de trabajo debería ocultar este dato o mentir diciendo que me adapto fácilmente a todo, pero es mentira. Me enloquece que las cosas cambien sin mi consentimiento y hace hoy justo diez días que Leonardo me cambio todo.
Dijo que necesitaba un tiempo y después de esas palabras inicio un silencio que se ha prolongado hasta este día.
Un tiempo, o sea, días y noches sin mi voz, sin mi presencia, sin que pueda yo saber, disponer o preguntar donde ha estado, donde se encuentra o hacia dónde va.
Increíblemente cuando me lo dijo me pareció de lo más natural (dadas las circunstancias) y hasta llegue a pensar que un descansito me sentaría bien, el problema empezó cuando le comente el asunto a Lolita y ella me pregunto: ¿Y un tiempo para qué?
No, no lo había pensado, por más obvio que parezca yo solo pensé en la cantidad de veces a la semana que estábamos discutiendo y en lo aburrida que se me hacia la rutina que de pronto y sin darnos cuenta habíamos creado.
Lo que me paso por la cabeza fue que unos cuantos días lejos el uno del otro iba a hacer que nos extrañáramos, que cuando regresáramos tendríamos la mente abierta a experimentar más cosas y probablemente más desconectada de los tantos pleitos repetidos.
Pero ¿y qué tal si él quería un tiempo para pensar si quería o no seguir a mi lado, o para conocer mejor y en tranquilidad a alguna chica que de alguna manera se filtro en su vida?
Desde entonces no dejo de pensar en eso, si, estoy obsesionada con el tema. A cada momento verifico la hora, siento el tic tac del reloj en mi cabeza y cada vez que me duermo me digo a mi misma “un día menos”. No sé qué cantidad de días implica este “tiempo” que me pidió, pero mientras más días pasen, más cerca me siento de ese día en que todo esto se termine.
Pero, ¿y si no termina?
Han pasado diez días y no parece extrañarme, sus estados del facebook han variado poco, no indican ningún sentimiento, mensaje indirecto o nada que de una pista de lo que piensa, siente o vive.
Tanto pienso en el asunto que me paso la paso recordando momentos dispersos de esos días previos a su decisión de tomarse “un tiempo”.
El lunes antes a ese día, discutimos viendo la televisión. Yo veía uno de esos toyosos reality shows que nunca puedo quitar y el dijo: Con razón nunca sabes nada, mira nada más lo que ves.
Si fue una broma o no eso nadie lo sabrá, el dice que sí, yo aun digo que lo dijo en serio; cada quien estuvo tan plantado en su posición que la discusión se prolongo durante horas y tanto nos dijimos que hasta olvidamos porque había empezado todo.
El miércoles salimos a cenar, yo quería ir a un restaurante nuevo del que todos hablan, él quería cenar pizza otra vez, ya habíamos cenado pizza las tres últimas veces que nos habíamos visto pero él quería pizza de nuevo, le dije que si el problema era el dinero yo pagaba, entonces su actitud cambio radicalmente, no me dijo una sola palabra, me llevo al restaurante que quería, apenas me dirigió la palabra durante la cena, ordeno lo más costoso del menú, no lo comió, pago, me llevo a mi casa, me entrego la comida que había ordenado y me dio las buenas noches. Dos días después yo tuve que pedirle disculpas por eso, el nunca reconoció su error, según él, la del error fui yo.

Cuando nos volvimos a ver aproveche la ocasión para estrenar una falda que recién había comprado, era corta pero no osada, pensé que le iba a gustar, pero desde que la alcanzo a ver hizo una mueca de disgusto, le pregunte a dónde íbamos y después de un rato callado me dijo “No quieres primero irte a cambiar de ropa?”….
Más disgusto, malentendidos y discusiones que analizo una y otra vez para ver si encuentro alguna pista de lo que realmente significa este tiempo.
Creo que estoy inventando cosas, tal vez estoy pensando más de lo que debería, como Leonardo siempre dice que suelo hacer.
Probablemente estoy enfocada en la parte incorrecta, la pregunta no es ¿por qué tenemos que pasar tiempo separados?, más bien es ¿Por qué diablos seguimos pasando tiempo juntos?
Parece que Leonardo noto primero que yo este evidente desastre que tenemos llamado relación, yo sencillamente lo he querido obviar, sin embargo, el coraje solo le alcanzo para pedirme “un tiempo” y no para decirme de frente algo que ninguno de los dos quiere escuchar o decir: esto no está funcionando.
Y es que no hay términos medios en el amor, uno o ama o no ama y para cualquiera de los casos “tomarse un tiempo” resulta completamente inútil.
No necesitas tiempo para saber que amas y que estas dispuesto a dar todo por una persona, tampoco necesitas tiempo cuando ya no quieres o no puedes continuar con una situación. Las cosas son o no son, no existen intermedios.
Preguntémosle a una pareja casada si eso no es como lo digo, que me diga alguien que tenga años conviviendo con su pareja si puede tomarse un tiempo aparte cuando se comparte la cama, el baño, la sala y hasta los pasillos de una misma vivienda con tu “media naranja”. La respuesta será no, cuando se comparte el mismo techo (que es la meta de toda relación de pareja) no hay escape, los problemas se enfrentan y si los quieres ignorar te chocaran a cada momento, te afectaran sin duda.
En fin… No sé por qué pero tengo la leve sospecha de que este tiempo se prolongara indefinidamente hasta el día del olvido, cuando ya ninguno de los dos necesite o desee decirle nada al otro, para entonces ya nada de lo que pensé tantas veces va a importar, probablemente ese día yo solo sienta gratitud con el tiempo…