domingo, 11 de diciembre de 2011

Oxígeno


Hoy no es un buen día, me costó mucho levantarme de la cama, casi no pude dormir en toda la noche. Pero no hay opción, hay mucho trabajo que hacer y todavía no dan licencias por agotamiento emocional.

Leonardo me llamo, después de más de tres meses de estar separados, parece que me extrañaba... No pasa un día sin que piense mucho en él, y aunque la conversación comenzó tranquila y algo incomoda, todo dio un giro muy inesperado.

Comenzamos a discutir, él se enojo más de lo que puedo explicar y empezaron los insultos a salir de su boca. Cosas que yo jamás escuche a nadie decirme, él me las dijo todas juntas. Cosas que yo jamás pensé merecer, él me las dedico en un concierto de gritos y groserías. Todavía retumban muchas de sus ofensas en mi cabeza, siguen repitiéndose una y otra vez, como si tuvieran eco.

Lo que siento, no lo puedo siquiera describir. Estoy destruida, aplastada.

Y así como estoy tengo que darle los buenos días a todo el que encuentro esta mañana, así tengo que conducir y tratar de no perder la concentración, así, tengo que hacer una interminable fila en el banco, así tengo que responder las insistentes llamadas relacionadas con el trabajo, igualmente todos los mensajitos que llegan uno detrás de otro en mi bb para resolver situaciones.

Quisiera decirle a todos que no estoy de ánimos, que mi mundo se me cayó hace tan solo unas horas, que mi corazón está hecho una mierda, que si pudiera renunciaría a mi cuota de oxígeno de forma inmediata. Pero no puedo… Nadie tiene la culpa, nadie tiene porque saberlo, a nadie le interesa.

Me pregunto, ¿cuantas personas saldrán todos los días a la calle con este dolor o algunos aún mayores?, ¿Cuánta gente me habrá dado los buenos días sintiendo en realidad que de bueno no existe nada en su vida?

Deben ser muchas más de las que pueda imaginar en realidad porque los periódicos están llenos de casos extraños y curiosos que dejan a todos con un signo de interrogación en la cabeza.

Un hermano que mata a otro tras una discusión por un abanico, hijo que mata al padre porque no le quiso dar 500 pesos, hombre que mata a su ex pareja porque no se quiso reconciliar con él, hombre mata a otro porque no le quiso comprar un Brugal.

Justo cuando estoy sumida en mis pensamientos, analizando este asunto, una señora detrás de mí en la fila del banco comienza un discurso agresivo en contra mía, si, ¡mía!

Ella insiste en que me cole en la fila, que soy una desconsiderada y que los guardias están de mi lado porque soy joven y bonita al contrario de ella. Yo me hago la desentendida y ni volteo a mirar, pero ella sigue y sigue hablando como una carretilla imparable.

Siento que me va faltando el aire, se me va acelerando el pulso, se me dificulta la respiración y el único impulso que tengo es el de agarrarla por el cuello y hacer que se calle.

Ya es demasiado con tener que estar en pie un día que mi corazón esta de rodillas, pero eso nadie lo sabe, igual nadie lo va a entender si la estrangulo.

Me voltee y grite con todas mis fuerzas un “cállate” que debió escucharse en la línea fronteriza, la mujer brinco asustada, retrocedió y se puso la mano en el pecho, entonces dijo que tenían que detenerme. Nadie se atrevió a tocarme, menos a decirme algo. La señora salió del banco y yo termine de hacer mi transacción aún cuando me temblaba todo el cuerpo del malestar emocional y aquella descarga de ira.

Entonces pude entender mejor lo que ya tenía rato meditando… La gente anda llena de problemas que no conocemos, no tienen nada en la frente o en la ropa que nos indique que tan rotos o molestos están por dentro o que situaciones traen consigo.

Que estemos en un sistema de ocultar emociones y creernos maquinas perfectas, solo nos convierte en un nido ideal para incubar desastres, olas repentinas de ira, actos violentos, irracionales, incomprensibles.

Estamos llenos de dolor, y así trabajamos, estudiamos, compartimos, vivimos, fingiendo que todo está bien y continuamos la marcha, como si ese sentir jamás pasara factura.

Hoy no es un buen día y me quede en mi cama, es lo justo no solo para mí, también para todos los que andan allá afuera y que no saben lo desequilibrados que están mis pensamientos, mis emociones y su porque.

Mi psicóloga dice que tengo que aprender a respirar para controlar mis emociones, que mis ataques de ira los dominare tan pronto como sepa como dejar que el oxígeno llegue a mi cerebro cuando esté perdiendo los estribos… Entonces eso me hace pensar que tal vez todo este caos social se resuelve con un poco de oxígeno en el momento adecuado.

Hasta que aprendamos a respirar todos, tal vez sería útil si en las calles ubicaran al alcance de los transeuntes tanques de oxígeno para emergencias de este tipo… Suena descabellado, lo sé, pero la violencia también lo es.