lunes, 8 de febrero de 2010

!Ojala se muera el maldito San Valentin!


“Ojala se muera el maldito San Valentin!” gritó Lady sin ningún reparo en medio de la universidad, luego de que le preguntara muy inocente “Oye y que tienes pensado para celebrar este San Valentín?”.
Era obvio que el tema no era muy agradable para mi compañera de clases y para ser sincera, este año, para mi tampoco lo es…
No es que no quiera celebrarlo o que le tenga odio, (como muchos que le declaran la guerra al santo del amor y hasta se proponen vestirse intencionalmente de negro ese día demostrando así su rechazo con la fecha), es que cada vez que pienso en las palabras de Leonardo siento como se me encoge el estómago y se me revuelve el alma.
Me dijo que no hay dinero para eso y que no esta en hacerle coro a los comerciantes, porque en resumidas cuentas todo la bulla del día del amor y la amistad no es más que una estrategia de marketing…
A mi me da tres pepinos que eso sea verdad como que no lo sea, no me importa ser una más del montón en ese sentido, ser la mas corriente de las mujeres, la más ilusa o como quieran llamarme, pero a mi sí me gusta y me importa mucho San Valentín. Me emocionan los arreglos florales, los inutiles peluches que dicen “Te amo”, vestirme con algo rojo, blanco o rosado el 14 de febrero y ver como la mayoría de las personas se combinan de manera automática buscando las prendas en sus armarios que tengan estos colores para lucirlos ese día en particular.
El solo pensar que este año me tocaría ser una espectadora de los grandiosos detalles de otros hombres con mis amigas, familiares y conocidos, me provoca una tristeza que aunque sé es absurda, no deja de ser real.
Cuando encontre a mi amiga Lolita la tarde del jueves, pensé que necesitaría de un psiquiatra y fuertes antidepresivos para superar mi frustración.
Lolita caminaba como subida en una nube porque tan pronto como llegara el sábado se marcharía de fin de semana con su amor para un exclusivo hotel de Samaná, ese era el regalo que su romántico amado había escogido para ella y se lo hizo saber esa tarde en una tarjetita que acompañaba la docena de rosas blancas y que combinaban con el vestido playero de lino que llego envuelto en una caja de regalo junto con las flores.
Me quería morir cuando me lo conto.
Lolita con un hombre daba la vida por ella y yo con un espécimen que sin ninguna culpa mandaba el romance de vacaciones de manera indefinida.
Cuando mi amiga se percato de mi desgano y le explique mi situación se quedo mirandome con ojos incrédulos y me dijo “Y no será que te esta preparando una super sorpresa y te dijo eso para despistarte?”
Y fue así como me invadió nuevamente la esperanza, pues ni siquiera había considerado esa opción…
La verdad es que Leonardo nunca ha sido un hombre de dar sorpresas, de hecho la única sorpresa que recuerdo haberme llevado con él fue cuando descubrí que me había dejado por irse con una rubia que estaba 30 veces más buena que yo…
Pero, tal vez Lolita tenía razón,él que esta consciente de lo importante que siempre ha sido para mi San Valentin, no podía ser capaz de hacerme algo tan desalmado como ignorarlo y no hacerme nada.
Convencida de esto fui a su apartamento aquella noche buscando algún indicio de regalo (aprovechando la incapacidad de los hombres de ocultar bien las cosas), le pedí diferentes cosas para que saliera de la habitación y me diera tiempo a revisar pero no fue hasta el tercer vaso de agua que fue a buscar a la cocina cuando pude divisar un paquete cuadrado dentro de una funda debajo de su cama, ahí lo confirme.
Leonardo me había preparado una sorpresa y yo no podía quedar mal en este asunto, tenía que inventarme algo rápido para también tener algo que regalarle, por eso la misión del siguiente día fue salir en busca del detallazo que compensara un poco lo que me imaginé me prepararía.
Estando en la tienda me deje llevar por la emoción y gaste tres mil pesos en diferentes cosas para él.
El esperado día fui al salón a primera hora, como de costumbre me puse una blusa roja y espere su llamada desde muy temprano…
A las tres de la tarde no resistí más y lo llame, me respondió más dormido que despierto y me dijo que me llamaría en un rato. A las siete de la noche todavía no me devolvía la llamada, mis expectativas se transformaron en ansiedad, pronto me fue subiendo la temperatura y mi paciencia cayó en cero.
Una hora después Leonardo apareció en mi casa en look dominguero, con pantalones cortos, zapatillas playeras, una gorra y las manos vacías, me pregunto como había sido mi día, me dio un beso en la mejilla y sin esperar respuesta se sentó en el mueble hipnotizado por la televisión.
Me sente a su lado esperando el momento en que me diría que todo habia sido un engaño, me besara y me dijera “Feliz dia de San Valentín mi amor!”…Pero eso nunca sucedio esa noche. Ni siquiera cuando al despedirse de mi, le entregara, con evidente enojo, el regalo que le había comprado y le dijera con ironía “Feliz día de San Valentín”.
Mi desilusión era inmensa, su cara de culpa era indescriptible, sin embargo ambos preferimos no darle mas vueltas al asunto y dejar morir el día sin poner ninguna resistencia.
Esa noche lloré como nunca, pero me prometí no contarle a nada a nadie ni tratar el tema con él.
El inicio de un agitado lunes me sería más que suficiente para olvidar la triste ocasión en que me ilusione con una sorpresa inexistente. Pero al llegar aquel lunes dos rídiculas y muy económicas tazas con un “te amo” dibujado en letras rojas me recibieron en mi escritorio como burlandose de mi.
Tenían una nota de Leonardo que decía “Yuyita, feliz dia de San Valentin”…
No sabría describir lo que se apoderó de mi en ese momento, solo sé que me escuche decir en voz alta “Ojala se muera el maldito San Valentin!”