Las separaciones nunca son fáciles, pero cuando se acaba
todo y te quedas a la espera de que el se devuelva en algún punto, te llame,
muestre algo de arrepentimiento o amor y no pasa; además de nostalgia es una
patada directa al ego.
Así me quede yo, esperando que Enrique en algún momento
llamara aunque fuera para disculparse por sus gritos frente a tanta gente. Pero
su nueva vida lo tenia bastante ocupado, hija nueva y amor reconciliado es
demasiada competencia ante un simple amor emergente que llego forzosamente a
los 11 meses de existencia.
Mis amigas me decían ¨yo espero que después de todo lo que
te hizo no vuelvas con el cuando te llame llorando¨. Yo no me concentraba en el
mensaje, mi corazón atrapaba lo que le interesaba de aquella frase: ¨Cuando el
llamara¨… O sea, que iba a llamar.
¨Llorando¨, es decir que iba a estar sintiendo cosas, amor tal vez,
arrepentimiento por haberme lastimado.
La sola idea me derretía el corazón, ya desde ese momento
decidí que lo había perdonado, esperaba ese abrazo de reconciliación y esa
conversación póstuma en la que negociaríamos como se manejarían las cosas con
este tema de la niña y nuestra relación.
Yo andaba armando todos mis planes sin contar con el, ni con
la realidad. Pasaban los días y el teléfono sonaba pero nunca era el. Se me
hizo irritante el solo hecho de tener el aparato a mi vista, como si el celular
tuviera la culpa de su indiferencia.
¿Y te llamo?, me pregunto Lolita, Ni me va a llamar,
respondí. Ya en una actitud mucho mas resignada y realista.
No es fácil hacer que el corazón se desprenda de alguien que
le hizo sonreír, pero empecé con seriedad el ejercicio del olvido. Solo me
levante un buen día y así lo decidí.
Me hice mas receptiva de todo, deje mi selectividad con la
gente, las invitaciones, los momentos y la vida. Me incluí en conversaciones
que normalmente ignoraba, le dedique mas tiempo a las historias ajenas, deje de
inventar excusas para ver amigos y familiares de los que me había distanciado
sin darme cuenta y le empecé a sonreír al chico siempre amable de contabilidad.
Su nombre es Josue y me trae café todas las mañanas a mi
escritorio; solía agradecerle sin siquiera levantar la mirada, sumergida en los
interminables papeles que me tocaba resolver. Tenia mas de un año trabajando
para la empresa y yo ni siquiera sabia su nombre, le seguía llamando ¨el
nuevo¨. Ni siquiera me había dado cuenta de toda la atención que el me prestaba
a diario.
Al percatarme de todo, me dije a mi misma ¿por qué no? Y lo
invite a almorzar fuera. Allí comenzó nuestra amistad, mis días comenzaban y
terminaban con sus mensajes. En mi escritorio podía sentir su perfume y
mientras sucedía, me sentía acompañada. No era nada así como estar perdidamente
enamorada, pero si estar alegre, en paz y en confianza de compartir mis cosas.
Me sentía muy cómoda, era como estar en casa.
Apenas saboreaba esa paz y calidez en el alma cuando sonó mi
teléfono, una llamada de numero privado. Al otro lado del auricular, Enrique.
La llamada que yo tanto espere.
Me pidió perdón, me dijo que me extrañaba, ahogado en penas
y algo de moco, dijo algo que no entendí bien que terminaba con algo parecido a
¨eres la mujer de mi vida¨, honestamente creo que me lo invente. Eso no me suena a Enrique.
No, yo no pregunte nada de Arisa, de su hija, ni de nada. Yo
me quede ahí sin dar crédito a que esa llamada estaba sucediendo.
Cuando logre colgar y le conté a Lolita me dijo ¨esta es tu
señal!¨, si Enrique te esta llamando es porque se le encendió el sensor que le
avisa que seguiste con tu vida. Josue debe ser bueno para ti, eso es lo que
significa esa llamada.
No entendí su teoría hasta que me la desgloso y yo comencé a
atar cabos. Cada vez que suelto una historia con todo y protagonista, el
susodicho parece tener un sensor interno que le avisa ¨ese barco zarpo¨, y se enciende todavía mas rápido cuando
aparece un nuevo interés amoroso.
Mientras mas sola estoy menos compañía encuentro, solo basta
con que empiece a resurgir el amor o la simple esperanza de haberlo encontrado,
para atraer todas las historias pasadas con todo y elenco.
Una jugada tramposa de la vida, para probarnos quizás la
inteligencia, la fortaleza espiritual y el carácter.
El corazón se me volvía una sopa pensando en Enrique,
recordando cuanto desee que volviera, loca por buscarlo y olvidarme del
empoderamiento, la dignidad, el amor propio y todas esas cosas nuevas del mundo femenino.
Pero en esta deje al cerebro actuar, no mas Enrique, no mas
amor bipolar, ex novias, inseguridades, espera y enredos. Si el sensor del
egoísmo lo despertó, pues que lo vuelva a apagar y siga su camino, esta vez no
vale la pena volver hacia atrás.