Cuando le di el “si” a Rafael, yo no estaba
ni la mitad de interesada de lo que él lo estaba de mí.
Decidí decirle que si por recomendación de mi psicóloga, quien tenía la interesante teoría de que me había dedicado a “autoboicoteando” y aunque apareciera el mismísimo príncipe azul del cuento, lo vería como el más grande de los sapos porque internamente continuaba en el capitulo “Leonardo y Yuyita forever together”.
Decidí decirle que si por recomendación de mi psicóloga, quien tenía la interesante teoría de que me había dedicado a “autoboicoteando” y aunque apareciera el mismísimo príncipe azul del cuento, lo vería como el más grande de los sapos porque internamente continuaba en el capitulo “Leonardo y Yuyita forever together”.
Bueno, pues cuando Rafi me pidió como por
quinta vez que le diera una oportunidad, se la di.
Me sentía tan injusta.
Cuando salíamos, a cada rato lo sorprendía mirándome fijamente con una cara de borrego a medio morir que en verdad me causaba cierta lastima.
Me sentía tan injusta.
Cuando salíamos, a cada rato lo sorprendía mirándome fijamente con una cara de borrego a medio morir que en verdad me causaba cierta lastima.
Y de esa pena, nació mi deseo de ser un
poco más colaboradora con la situación, ya no le hacía tan difícil las
conversaciones conmigo, comencé a llamarlo, a ser más receptiva, las cosas comenzaron
a fluir (para mi sorpresa) y bueno el noviazgo se hizo real.
Un sábado en la tarde se me hizo raro no
haber tenido noticia alguna de Rafael y decidí llamarlo, el teléfono sonó y sonó,
pero no respondió. Dieron las 10 de la noche, ya debían haber al menos unas
doce llamadas mías en su celular y en la próxima llamada el móvil sencillamente
ni timbro, me mando directamente a la grabadora.
“Lo apago!”, me dije en voz alta, y la ira
que nació dentro de mi me hizo decidir que si se le ocurría aparecer iba a ser
solo para escucharme dejar la relación de manera estrepitosa.Y así fue.
Cuando él llamo a la medianoche para darme explicaciones me escucho gritarle llena de ira un montón de cosas (algunas que ni venían al caso) y finalmente mandarlo al carajo con todo y explicación.
Cuando él llamo a la medianoche para darme explicaciones me escucho gritarle llena de ira un montón de cosas (algunas que ni venían al caso) y finalmente mandarlo al carajo con todo y explicación.
Lo dije todo muy en serio y no esperaba ni tenía
el objetivo de que él reaccionara buscándome o enmendando la situación, es que
la verdad él no significaba la gran cosa para mí y en el corto tiempo en que
estuvo no logró encender nada en mi ser, no como esas chispas que antes vi
volar alrededor de mi cuando me enamore de Leonardo (si, ya le creo a la psicóloga,
estoy obsesionada).
Pero Rafael apareció con flores en la
puerta de mi casa, tomo mis manos, me miro a los ojos y me dijo que haría lo
que tuviera que hacer para hacerme feliz y mantenerme a su lado.
No lo podía creer, ¿a mí me estaban diciendo esas cosas?, hace
demasiado tiempo que nadie mostraba un interés tan bonito e increíble en mí. Y más
por desconcierto y hasta por gratitud hacia aquel galante gesto, accedí a
continuar con él.
El supo cómo irme enamorando, me fui
creyendo el cuento sin darme cuenta y por primera vez en mucho tiempo no tuve
miedo de que todo se volviera repentinamente un caos.
Pero como los seres humanos somos complejos
e inconformes hasta con la felicidad, yo comencé a tomar la costumbre de que
cada vez que algo no me gustaba, por más mínimo que fuera, le armaba un pleito
a Rafael y lo amenazaba con dejarlo.
No lo hacía de manera consciente pero creo que lo que me impulsaba a hacer eso era el deseo de verlo desesperado, rogando y prometiendo cosas, queriendo serlo todo para mí.
No lo hacía de manera consciente pero creo que lo que me impulsaba a hacer eso era el deseo de verlo desesperado, rogando y prometiendo cosas, queriendo serlo todo para mí.
Sí, yo la malvada Yuyita, hacia eso y él seguía
al pie de la letra la rutina que esperaba, sufriendo y llorando, cuando yo en
realidad estaba diciéndome internamente “el pobre, se cree que es de vida o
muerte que lo deje, si supiera que es solo un juego y que no le hare la maldad
de abandonarlo”.
Y todo fue muy feliz para mi hasta el día
en que Rafael no siguió el libreto acostumbrado, le dije “pues te dejo” y él se quedo callado. El silencio
fue su respuesta y para mí un verdadero castigo.
Al fin estaba pagando las que les había
hecho. Lo busque yo y arreglamos las cosas, la siguiente discusión intensa lo volví
a amenazar con el famoso “pues terminamos” y en lugar de silencio me respondió muy
decidido “pues terminamos”.
Y así de fácil se me acabo el chantaje, a
pesar de que regresamos y yo trate de suavizar las cosas no volví a ver sus
ojitos de borrego a medio morir, ni lo volví a descubrir mirándome fijamente,
se volvió apático a mis charlas, las discusiones las esquivaba y me ignoraba
cuando me veía molesta.
¿Me lo gane?, hay una parte que si, mis
chantajes lo hastiaron, pero sobretodo me quitaron importancia y poder, ya no tenía
manera de llamar su atención, de hacerle saber que era importante o serio lo
que decía y encima, sospecho que acabe con su admiración hacia mí, y no hablo
de amor, porque el amor siempre dura un poco más para irse.
Oh Yuyita, ¿quién te entiende?, encuentras
un hombre bueno y lo que se te ocurre es abusar de su paciencia y buenas
intenciones.
Después
de todo parece que el dinero que estoy invirtiendo en terapia no está siendo
del todo en vano, no está funcionando porque yo no hago caso a lo que la psicóloga
me dice pero ella suele tener la razón en todo, especialmente en esa insistente idea de que me he dedicado a autoboicotearme.
¿Y el final de esta historia?
Bueno, pues se me acabo la armonía, la relación
con Rafael y mi eterno chantaje.