jueves, 7 de junio de 2012

El chantaje



Cuando le di el “si” a Rafael, yo no estaba ni la mitad de interesada de lo que él lo estaba de mí.
Decidí decirle que si por recomendación de mi psicóloga, quien tenía la interesante teoría de que me había dedicado a “autoboicoteando”  y aunque apareciera el mismísimo príncipe azul del cuento, lo vería como el más grande de los sapos porque internamente continuaba en el capitulo “Leonardo y Yuyita forever together”.
Bueno, pues cuando Rafi me pidió como por quinta vez que le diera una oportunidad, se la di.
Me sentía tan injusta.
Cuando salíamos, a cada rato lo sorprendía mirándome fijamente con una cara de borrego a medio morir que en verdad me causaba cierta lastima.
Y de esa pena, nació mi deseo de ser un poco más colaboradora con la situación, ya no le hacía tan difícil las conversaciones conmigo, comencé a llamarlo, a ser más receptiva, las cosas comenzaron a fluir (para mi sorpresa) y bueno el noviazgo se hizo real.
Un sábado en la tarde se me hizo raro no haber tenido noticia alguna de Rafael y decidí llamarlo, el teléfono sonó y sonó, pero no respondió. Dieron las 10 de la noche, ya debían haber al menos unas doce llamadas mías en su celular y en la próxima llamada el móvil sencillamente ni timbro, me mando directamente a la grabadora.
“Lo apago!”, me dije en voz alta, y la ira que nació dentro de mi me hizo decidir que si se le ocurría aparecer iba a ser solo para escucharme dejar la relación de manera estrepitosa.Y así fue.
Cuando él llamo a la medianoche para darme explicaciones me escucho gritarle llena de ira un montón de cosas (algunas que ni venían al caso) y finalmente mandarlo al carajo con todo y explicación.
Lo dije todo muy en serio y no esperaba ni tenía el objetivo de que él reaccionara buscándome o enmendando la situación, es que la verdad él no significaba la gran cosa para mí y en el corto tiempo en que estuvo no logró encender nada en mi ser, no como esas chispas que antes vi volar alrededor de mi cuando me enamore de Leonardo (si, ya le creo a la psicóloga, estoy obsesionada).
Pero Rafael apareció con flores en la puerta de mi casa, tomo mis manos, me miro a los ojos y me dijo que haría lo que tuviera que hacer para hacerme feliz y mantenerme a su lado.
No lo podía creer,  ¿a mí me estaban diciendo esas cosas?, hace demasiado tiempo que nadie mostraba un interés tan bonito e increíble en mí. Y más por desconcierto y hasta por gratitud hacia aquel galante gesto, accedí a continuar con él.
El supo cómo irme enamorando, me fui creyendo el cuento sin darme cuenta y por primera vez en mucho tiempo no tuve miedo de que todo se volviera repentinamente un caos.
Pero como los seres humanos somos complejos e inconformes hasta con la felicidad, yo comencé a tomar la costumbre de que cada vez que algo no me gustaba, por más mínimo que fuera, le armaba un pleito a Rafael y lo amenazaba con dejarlo.
No lo hacía de manera consciente pero creo que lo que me impulsaba a hacer eso era el deseo de verlo desesperado, rogando y prometiendo cosas, queriendo serlo todo para mí.
Sí, yo la malvada Yuyita, hacia eso y él seguía al pie de la letra la rutina que esperaba, sufriendo y llorando, cuando yo en realidad estaba diciéndome internamente “el pobre, se cree que es de vida o muerte que lo deje, si supiera que es solo un juego y que no le hare la maldad de abandonarlo”.
Y todo fue muy feliz para mi hasta el día en que Rafael no siguió el libreto acostumbrado, le dije  “pues te dejo” y él se quedo callado. El silencio fue su respuesta y para mí un verdadero castigo.
Al fin estaba pagando las que les había hecho. Lo busque yo y arreglamos las cosas, la siguiente discusión intensa lo volví a amenazar con el famoso “pues terminamos” y en lugar de silencio me respondió muy decidido “pues terminamos”.
Y así de fácil se me acabo el chantaje, a pesar de que regresamos y yo trate de suavizar las cosas no volví a ver sus ojitos de borrego a medio morir, ni lo volví a descubrir mirándome fijamente, se volvió apático a mis charlas, las discusiones las esquivaba y me ignoraba cuando me veía molesta.
¿Me lo gane?, hay una parte que si, mis chantajes lo hastiaron, pero sobretodo me quitaron importancia y poder, ya no tenía manera de llamar su atención, de hacerle saber que era importante o serio lo que decía y encima, sospecho que acabe con su admiración hacia mí, y no hablo de amor, porque el amor siempre dura un poco más para irse.
Oh Yuyita, ¿quién te entiende?, encuentras un hombre bueno y lo que se te ocurre es abusar de su paciencia y buenas intenciones.
 Después de todo parece que el dinero que estoy invirtiendo en terapia no está siendo del todo en vano, no está funcionando porque yo no hago caso a lo que la psicóloga me dice pero ella suele tener la razón en todo, especialmente en esa insistente idea de que me he dedicado a autoboicotearme.
¿Y el final de esta historia?
Bueno, pues se me acabo la armonía, la relación con Rafael y mi eterno chantaje.