miércoles, 25 de noviembre de 2009

Verguenza ajena



Los nervios de Rosario, con el paso de los días, se me fueron contagiando.
Siempre fue una de las estudiantes más brillantes tanto en la escuela como en la universidad, por eso se había graduado con honores y en el corto tiempo que tenia ejerciendo odontología ya resaltaba como una de las mejores en su área.
Precisamente por eso fue invitada a la escuela secundaria donde se graduó de bachiller para dar una charla motivacional con motivo de la semana de la vocación.
No era nada del otro mundo, pero para Rosario era algo sumamente estresante, siempre fue tímida y socialmente excluida. Su facha de ¨nerd¨ y sus conversaciones sobre ciencia y Discovery Channel hacia que casi todos la evitaran.
Fueron años muy difíciles, ella no lo olvidaba.
Aunque ya era una adulta, profesionalmente exitosa, seguía temiéndoles a estudiantes del bachillerato.
Busco mi ayuda para que le instruyera con el manejo de las palabras en público, ensayamos un discurso (que se suponía debía ser espontáneo) más de veinte veces y en cada ocasión se equivoco.
De pronto se había convertido en mi reto el que todo saliera bien en aquella charla colegial, por eso puse especial esmero en los ensayos del día antes y logre hacer que sintiera seguridad en ella.
Como una estudiante más de la escuela llegue tempranito y me ubique en uno de los primeros asientos del salón para esperar su intervención, feliz y entusiasmada aplaudí cuando finalmente la anunciaron, para quedar en shock tan pronto como la vi subir al escenario.
Traía el atuendo más ridículo que recuerdo haber visto en mi vida, un robalagallina parecía un modelo de alta costura delante de ella.
Las risas y los comentarios entre los estudiantes no se hicieron esperar. Mi cara se puso roja de la vergüenza tan grande que sentía, aunque no se tratara de mi.
Llevaba un pantalón de poliéster de rayas horizontales (nunca en mi vida había visto una cosa igual) que le quedaba tan pero tan ajustado que evidenciaba la mitad de su anatomía con total claridad sin omitir las líneas divisorias de su parte intima.
Aquel ¨ajuste¨ exagerado, subía los rollitos que se acumulaban en su vientre, los cuales disimulaba un poco con la chaqueta de bolitas rojas con el fondo blanco que traía sobre una blusa cuello halter amarilla de lycra barata.
Rosario estaba muy nerviosa, tanto que comenzó a transpirar excesivamente y se evidenció en la chaqueta.
Sin embargo, ella no pareció darse cuenta de las burlas ni de nada de lo sucedía a su alrededor, una vez empezó a hablar sintió tanta confianza que todo se detuvo a su alrededor.
En medio de sus palabras se quito la chaqueta para sentirse más cómoda y fresca. Dejando al descubierto que no llevaba sostenes y que sus dos ¨grandes razones¨ le llegaban a la mitad del vientre.
Nadie escuchaba lo que decía, había demasiada distracción para poder hacerlo.
Ella no se dio cuenta de nada, finalizó su charla muy satisfecha y contenta.
Una vez pasado el evento, Rosario me confeso que había ido tan ¨sexy¨ para demostrarse que no solo había logrado convertirse en una profesional de éxito sino que también había dejado atras a la tímida muchachita a la que nadie miraba en la escuela y que ahora hasta tenía el poder de hipnotizar a cualquier adolescente con sus encantos.
Yo quede muda, no supe que decir, solamente sentí la cara ir poniéndose roja otra vez de la vergüenza.
Fue entonces cuando recordé a las monjas de mi colegio y les agradecí por cada regaño que me dieron cada vez que me veían andar con la barriga afuera o con pantalones demasiado ajustados, ellas me hicieron temerle a la ropa ¨sexy,¨ que en ciertas circunstancias resultan bastante vulgares e imprudentes.
Le agradecí a mi madre por alejarme de las prendas de vestir ridículas y enseñarme el valor de un buen sostén en la vida de una mujer (a pesar de no tener mucho con que llenarlos). Agradecí al cielo el poder ser consciente de mis debilidades y fortalezas para no hacer el ridículo la mayor parte del tiempo, saber que usar y que no.
Después del día de la charla, he visto a Rosario usar exactamente el mismo atuendo de aquel día para ir a trabajar y varios fines de semana la he visto caminar orgullosa por la calle con la blusa amarilla y sin sostenes, pero feliz, sintiéndose una reina.
He intentado decirle la verdad pero no se como decirlo sin que duela o suene espantoso, además de que me parte el corazón quitarle su recién adquirida seguridad en ella misma.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Un corazón más sincero


En una de mis grandes salidas para distraer la mente de tantas letras y trabajo, me encontré de frente con un galán argentino, que me dedicaba una sonrisa encantando mientras estrechaba mi mano y me decía su nombre. Tenía una sonrisa de anuncio, unos ojos de muñeco, un rostro para comérselo a besos y no despegarse jamás. Casi caigo para atrás cuando la amiga que me lo presento me contó que era escritor. ¡Lo que yo siempre he soñado ser!

Era tan perfecto que me daba miedo seguirle hablando. Sentí tantos deseos de tenerlo en mi vida que me asusto. Y es que si un hombre así llega a mi corazón ¿Cómo se supone que lo deje ir si las cosas no funcionan?

Creo que no podría, aunque para ser sincera lo que no puedo es volver a enredarme en otra historia romántica, no lo resistiría, no por ahora.

Este asunto de andar enamorándose es uno de las cosas más complicadas de estar vivo, te pasa de todo en el camino, te convierte en masoquista, en tonto y si intentas rebelarte igual pierdes, te dobla las rodillas... Porque al final gana la necesidad de tener a alguien que llene tu vida de algo más que no sea trabajo, obligaciones, familia, religión y amistades. Ese sentir resulta más fuerte que tus razones o los traumas del pasado, es entonces cuando lo olvidas todo y lo intentas otra vez.

Lo que me sucede no es asunto de estar amargado, es asunto de ser humano y saber vivir con la misma aceptación y paciencia los momentos difíciles, como vivimos los felices.

Es cuestión de ser valiente y reconocer que no todo esta bien, que aunque al mundo no le guste escucharlo y prefiera que finjas, te sientes mal. Pero si fanfarroneamos nuestros éxitos y alegrías, ¿por que debemos esconder nuestras tristezas? ¿No forma eso parte de la vida? o ¿Es que este mundo esta lleno solo de gente feliz?

Hasta la Biblia menciona en el Eclesiastés: ¨Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora: Tiempo de amar y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra y tiempo de paz…¨

Ser honesta conmigo es lo mejor que puedo hacer, por eso preferí alejarme del argentino, su sonrisa hermosa y su mundo tan lleno de letras como el mío.

Ya sé que llegaran mejores tiempos, pero por ahora prefiero hacer oídos sordos al montón de consejos desesperados que me brindan y clausurar mi corazón hasta que sea capaz de amar de verdad…

Mientras eso sucede le sigo el coro a Anthony Romeo de Aventura y también le digo a Cupido:

♫ Dile al amor, que no toque mi puerta, que yo no estoy en casa, que no vuelva mañana.

A mi corazón ya le han fallado en ocasiones, me fui de vacaciones, lejos de los amores... Y dile al amor que no es grato en mi vida, dale mi despedida, cuéntale las razones…♫




domingo, 22 de noviembre de 2009

Porque amores que matan, nunca mueren...


El la besa. El la abraza. El le grita. El la golpea. Ella lo excusa. Ella lo atiende. Ella sufre. Ella lo ama.
En eso puedo resumir cinco años de conversaciones con Magdalena. Nunca conocí a alguien con un corazón tan noble y presto a ayudar a los demás como el de ella.
No es una santa, ni tiene vocación religiosa, pero bien que podría considerarse una mártir o una estupida, como ella misma se llama a veces.
Hace tres meses inicio su búsqueda de empleos, luego de cinco años como ama de casa. Su misión no ha sido exitosa, la rechazan por la edad, 36 años.
Me resulta inconcebible que una mujer en la plenitud de su existencia sea considerada ¨vieja¨ por no tener la frescura de los veinte años (que a todos nos pasa, si no morimos antes de llegar a los 30) reflejados en el rostro.
Teniendo los meritos de ser madre, esposa, la experiencia, madurez y mayor conciencia sobre las cosas realmente importantes en la vida, una mujer es desechada sin miramientos para ser sustituida por una joven sin merito alguno, pero con la cara fresca, sin problemas, sin pasado, sin hijos.
Igual hizo el infernal marido de Magdalena, quien a cada rato sufre de ¨amnesia momentanea¨ y olvida los años de matrimonio que tienen, los sacrificios de su dócil esposa y las promesas que le ha hecho mil veces cada vez que la golpea, para luego irse con un modelo femenino ¨más fresco¨, menos atormentado.
El hecho de que se haya ido no le quita el sueño a nadie, ni siquiera a sus hijos, menos a Magdalena, pues todos sabemos que más temprano que tarde él regresara a pedirle perdón, se le arrodillara, le comprara flores para luego olvidarlo golpearla y volverse a ir. El no se va porque después de todo, ella es el amor de su vida, al menos eso dice Magdalena. Eso le dice él al oido cada vez que regresa.

La diferencia de edad entre mi muy sufrida amiga y yo nunca ha resultado un problema para nosotras, que nos conocimos cuando yo entre a mi primer trabajo, recién graduada de bachiller. Nos entendimos al instante, lo único que nunca logré comprender fueron sus historias y justificaciones, las que todavía hoy día me cuenta. Me decía que era muy joven para entender, que así era la vida adulta y me faltaban experiencias para tener una visión más clara de las cosas. Ciertamente me faltaba mucho por aprender, pero yo sabía que no era normal lo que ella vivía, al menos en mi familia nunca vi algo igual.
En casa las cosas siempre fueron de una sola forma y no había ambivalencias ni rabietas que significaran separación, si acaso noches en el mueble para mi papa, nunca más de ahí. Por eso me es difícil concebir el mundo como ella me lo plantea en sus patéticas y muy violentas historias.
Siempre la he escuchado decir que hay distintas formas de amar y que su marido la ama de una manera poco convencional. Estoy de acuerdo en la primera parte, pero difiero en la segunda, pues cuando permanecemos al lado de alguien que se acostumbra a humillarnos, irrespetarnos, amargarnos la existencia y para colmo esta completamente seguro de ser propietario de nuestras vidas, no creo que estemos ante un caso de AMOR.
Hablar con Magdalena regularmente me llena de impotencia y de ira, porque quisiera ser capaz de hacerla recapacitar, cambiar su triste realidad, pero eso no me toca a mí.
Muchas veces la juzgue, la califique de idiota, asegure llena de ira que conmigo jamás nadie podría hacer algo igual y aunque nunca nadie ha levantado una mano para golpearme, admito que también he tolerado y justificado cosas imperdonables en una pareja, la mayoría de las mujeres que conozco lo ha hecho, y todas tenemos el AMOR como argumento para justificar…
Con el tiempo he aprendido que si el amor daña, entonces no es amor… Es algo retorcido e intenso como aquel fragmento de una canción de Joaquín Sabina que dice ¨lo que yo quiero, corazón cobarde, es que mueras por mí...Y morirme contigo si te matas,
y matarme contigo si te mueres, por que el amor, cuando no muere mata, porque amores que matan, nunca mueren...¨