sábado, 3 de julio de 2010

El estigma


Su hija mayor se casó y en la fotografía de la boda ella sale luciendo tan impecable y bien puesta como la recuerdo haber visto siempre.
Cuando yo era niña quería ser su hija, deseaba vivir en su casa tan bellamente acomodada, sin tumultos de ropa en las esquinas, exceso de adornos baratos y sin sentido como los que había en mi casa.
A pesar de que suene muy ingrato, yo crecí deseando ser su hija, ser parte de esa familia que yo veía tan feliz.
Llevo más de un minuto contemplando la imagen de la boda y me pasan tantas cosas por la mente; aún no me deja de impactar lo que en mi preadolescencia llegue a saber de ellos...
Todas las tardes a las 4.45, doña Martha dejaba a sus dos hijas bañaditas, bien peinadas y con la merienda lista, para irse a encontrar con el dueño de uno de los colmados del barrio a solas.
Siempre regresaba dos horas después un poco más que feliz y lista para preparar cena y seguir la rutina propia de su vida.
No, no era una mujer aburrida en busca de un poco de diversión o de apasionados instintos insatisfechos.
Era una mujer que vio su mundo desmoronarse de tantas maneras, tantas veces, luego de casarse que al encontrar un escape, lo vio como un salvavidas tras un naufragio.
Aquel educado hombre de gran simpatía y honorabilidad que era su esposo, cuando entraba a su hogar se transformaba en un dictador frio y exigente para el cual todo debía estar perfecto, desde el orden de los productos en la nevera, hasta el brillo de los bordes en los cuadros.
El la respeto hasta el día en que su amante llamo a la casa para comunicarle a Martha que sus hijas tendrían pronto un hermanito, porque estaba embarazada. En aquel momento se desataron episodios que marcaron a cada uno de los integrantes de esa familia, hasta a mi que solo era su pequeña vecinita que los admiraba a morir.
La violencia se integro a su dinámica diaria, las ofensas, las agresiones, las culpas, los objetos volando y los gritos se convirtieron en el pan de cada día.Queriendolo o no todo el vecindario escuchaba sus pleitos, muchos con morbo y entre risas, otros preocupados y tristes… Como yo.
El amenazaba con irse, ella con quitarse la vida, llegaron a fracturarse huesos, a cortarse, a hacerse visibles moretones… Hasta que un día finalmente, él recogio sus cosas y se marcho.
Ella quiso cumplir su promesa y se bebio todas las pastillas que encontro en el botiquín. Fue mi familia quien la auxilio llevandola al hospital y quien le ofrecio soporte y distracciones en los siguientes meses en los que se recupero satisfactoriamente.
Cuando el decidió regresar, solo tuvo que atravesar la puerta de entrada con sus cosas, no encontro ninguna objeción, reclamo o argumento. Ella siguio su vida pretendiendo que nada sucedio, pero cuando aquel prospecto amoroso aparecio y se convirtio en una posibilidad, no lo penso ni una vez y se enredo en una aventura que no supero el año pero que fue tiempo suficiente para que todos (menos su esposo) se enteraran.
Por eso se gano que en el barrio la calificaran con adjetivos ofensivos y se convirtiera en uno de los temas inmortales del sector.
A mi me dolio la primera vez que escuche lo que decían de ella, y aunque hace más de una década que no somos vecinas, me sigue doliendo igual, creo que un poco más porque ahora soy capaz de comprenderla.
No es que justifique su falta o considere que fue justo, es que ahora sé lo que es estar en una situación desesperada y tratar de continuar con tu vida luego de que un acontecimiento fuerte te devaste el alma… Las cosas nunca son iguales, jamás vuelves a ser el mismo.
Menos cuando las manos que tantas veces sostuvieron las tuyas y se encariñaron con tu piel, te impactan con violencia cada parte que sus labios recorrieron con besos.
Adicionado a la desesperación, la decepción y el miedo, estas ante una bomba emocional lista para explotar en el momento y de la manera menos pensada…
Para mi doña Martha sigue siendo admirable, a mis ojos no tiene mancha alguna. A sus hijas les dio todo para que fueran mujeres de bien y las encamino con éxito a la adultez; a su marido lo tolero y amo a pesar de los pesares. Antes y después de su efímero y único romance, dio lo mejor de sí para hacer lo que se dice que toda madre y esposa debe hacer por su familia: sacrificarse.
Más esto parece invisible para el resto del mundo para quien ella siempre tendrá el estigma de ser “la esposa infiel”…
Yo no la juzgo, jamás lo haré.