viernes, 18 de septiembre de 2009

Grito pero no sale mi voz o ¿es que se hacen los sordos?


Cuando era niña, tenía un sueño recurrente que odiaba a más no poder, en realidad era una pesadilla. Soñaba que diferentes situaciones me indignaban o de pronto estaba en peligro y quería gritar lo mas alto que me lo permitiera mi garganta, pero cuando lo intentaba no salía mi voz. Es una de las sensaciones más desesperantes que he experimentado. Nunca he olvidado aquellos sueños ni el sentimiento de impotencia que nacía de mí por no poder ser escuchada.

Hoy volví a experimentar lo mismo, pero no por un sueño sino por la realidad.

La aprobación de un artículo 30 de la constitución me revuelve el alma, me ofusca los sentidos.

Muchas mujeres y hombres le hicieron saber a la sociedad que no estaban de acuerdo con este artículo, con opiniones públicas, marchas y protestas que nadie escuchó.

Nadie escucho las voces de quienes tendremos que enfrentarnos a las consecuencias de ese artículo en una sala de parto.

Nadie me escuchó a mi cuando dije que NO ESTOY DE ACUERDO.

Esta vez no hay nadie que me despierte, porque esta vez no es un sueño es una jodida realidad que a muchas puede costarnos la vida… Ojala este equivocada.

jueves, 17 de septiembre de 2009

La inexacta bola de cristal


Tras una inexplicable racha de mala suerte mi amiga Dorita, se convenció de que era victima de un hechizo o algo parecido.

En tan solo un mes y medio había descubierto a su novio besando a otra, la habían despedido del trabajo, le robaron el Blackberry que recién había comprado y hasta perdió su habitación a la llegada de un primo de Nueva York a su casa.

Después de muchas lamentaciones y lagrimas, Dorita decidió visitar a una bruja para que le quitara la ¨sal¨ que tenia encima, pero como ella no puede ir sola ni al baño…Tuve que acompañarla e ir animándola todo el camino.

La curandera/ bruja en menos de quince minutos despachó a mi amiga luego de rezar algo raro en una lengua muy extraña (probablemente inventada) y pasarle unas hojas mojadas (con quien sabe que cosa) por todo el cuerpo.

Nunca había creído en nada de eso, pero de pronto tuve la inquietud de preguntarle por mi destino, para saber de antemano si Leonardo y yo volveríamos o si faltaba demasiado para la llegada de mi esperado príncipe de cualquier color.

Me leí las cartas, Leonardo no apareció por ningún lado y no supo decirme nada concreto en cuanto al tiempo de espera por mi hombre anhelado, la única idea que recalco era que yo tenia mas enamorados de lo pudiera imaginar y que uno de esos seria el papa de mis hijos.

Me costo conciliar el sueño esa noche, no dejaba de revisar en mi mente la lista de enamorados que conocía y la verdad es que no era ni muy prometedora ni muy extensa.

Podía ser Juancho, el de mi clase de ética, siempre viste mas formal de la cuenta pero al menos luce elegante, pudiera ser un buen prospecto si no hablara tantas boberías con tono de intelectual, la verdad es que eso es tan irritante para mi que no creo que pueda ser el, simplemente no lo soportaría.

Quizás era Mariano, mi amigo del Facebook; me encanta chatear con el, siento que me entiende a la perfección, pero sabe tanto de especiales de supermercado, moda y concursos de belleza que he llegado a sospechar que probablemente se sienta mas mujer que yo.

Manuel, es otra posibilidad, pero el solo hecho de imaginarme besando a ese gordo carente de higiene me revuelve el estomago, así que… next!!

Si contaba a los hombres que me dedicaban piropos en la calle entonces si tenía una vasta lista de seguidores que iba desde desconocido montados en jeepetas hasta deliverys de colmados.

Para no enloquecer elegí no creer en el absurdo pronóstico y lo tire en la funda de cosas para olvidar… Pero para ser sincera aun no dejo de sentir pánico cada vez que un chofer público o un anciano decrepito sale de su rutina para dedicarme frases conquistadoras

miércoles, 16 de septiembre de 2009

La suerte de la fea... la quiero con desesperación!


Bien reza un dicho que ¨al pie malo to´ se le pega¨, solamente hay que tener una debilidad en alguna cosa para que de pronto todo afecte precisa y únicamente lo que te duele. Sé que estoy en una onda medio pesimista pero es que a veces creo que la vida se rie de mi o al menos se entretiene conmigo.
Más de seis meses han pasado desde que Leonardo terminó conmigo y me ingresó a la lista de hermosas y talentosas jovencitas que nadie entiende por que están solas, pero al fin y al cabo, solas están. Mi deseo por encontrar nuevo novio, confieso que a este punto se ha vuelto en casi una obsesión, y es que por más que los psicólogos prediquen los beneficios de estar solo, nadie me quita el sentimiento de ¨loser¨ cuando se arman las salidas y yo me tengo que quedar porque todos van en parejas.
Tantos textos y canciones pregonando la famosa liberación femenina y la autosuficiencia que tenemos ahora que también trabajamos, pero a mi solo me suena a un cuento que nos queremos creer pero que todavía no nos sale.
Somos financieramente independientes, pero acéptenlo, todas nos morimos por tener a un hombre enamorado a nuestro lado.
Dejando a un lado mi discusión imaginaria por la ¨engañosa independencia femenina¨, voy al punto de mi relato del día…
Hace tan solo dos meses de esto, pero ese día en particular me desperté sintiendo que la soledad me había reducido a un insignificante insecto que ni siquiera motivaba a nadie a sacarlo de circulación, estaba completamente dentro del personaje de ¨la reina del drama¨ cuando recibí la llamada de mi tía Elena para anunciarme muy feliz que Carmen, mi prima, se casaría en dos meses y que deseaba que yo fuera la dama de honor.
Quería sentir felicidad por la dicha de mi prima, pero en lugar de eso no dejaba de pensar como era posible que una mujer tan fea, descuidada y poco femenina lograra conseguir a un hombre que estuviera dispuesto a jurarle amor eterno frente a todo el vivo que ella quisiera invitar.
¡Tanto salón que pagas Yuyita por verte bien y no tienes ni la mitad de la suerte de la espantosa Carmen!
Fue justo lo que pensé mientras caminaba rumbo al altar, sola y luciendo un vestido de la tela mas barata que tía Elena pudo encontrar. Detrás de mi otras tres damas un poco mas risueñas que yo y al final del pasillo mi voluminosa prima.
No supe que anhelaba tener una boda hasta ese día porque a pesar de mi frustración, mi corazón se derritió al escuchar los originales votos matrimoniales que se dedicaban los novios agarrados de la mano y transpirando amor por cada poro. Nadie se dio cuenta pero lloré de emoción.

Besos sin número


Hoy me ha dado con pensar en mi primer beso, ese que me di escondida en un pasillo del colegio con un chico que me rogó más de una vez ser su novia. Nunca le dije que sí pero le regalé mi primer beso. El ni siquiera lo imagina.
Creo que hoy lo recuerdo con especial insistencia porque desde que desperté he deseado como nunca experimentar la sensación de un beso, pero no de uno cualquiera.
Hoy quiero uno de esos que son como un estallido en el alma, una fiesta agradable de sentimientos y sensaciones, todo al mismo tiempo.
Tal vez soy solo victima de mis hormonas y de la biología que llevan a mi cuerpo a buscar el apareamiento para la supervivencia de la especie (como si no fuera suficiente con toda la gente que hay en el mundo pasando trabajo) o quizás es el largo tiempo sin tener una ilusión amorosa que no solo despierte las traviesas mariposas de mi vientre sino también que roce sus labios con los míos y me haga olvidar hasta mi nombre con solo sentir su aliento cerca…
Y otra vez llega a mi mente mi primer beso. Yo con unos escasos once años, él apenas con trece; a decir verdad me atraía, pero no lo suficiente como para sentirme orgullosa de exhibirlo como novio. Me avergonzaba su colorida camisa (tipo camión haitiano), su corte de pelo era desastroso y además, no era el más brillante de la clase, (por no revelar indiscretamente que era el decía las idioteces más grandes que he escuchado).
Pero era ese aire de niño rebelde el que me venció en secreto, eso y la presión de ser la única de todas mis amigas a la que nunca nadie había besado.
Se suponía que el chico malo era él, pero fui yo quien lo presiono para encontrarnos a solas y quien lo pegó de la pared para besarlo.
Y fue así como Aarón (así se llamaba el susodicho) quedo para siempre inmortalizado en el libro de mi vida, sin el saberlo, sin yo pensarlo… Y ese primer beso hoy me persigue más que nada por la nostalgia que tengo hoy por los besos… Por el deseo de que esta soledad se acabe y pronto encontrar al príncipe azul, rojo o amarillo (ya no estoy tan exigente) que corra deseoso a donde me encuentre cuando lo llame tan temprano como me despierte para decirle que ese día lo único que quiero son besos, besos sin números.