lunes, 26 de diciembre de 2011

Lágrimas incomprendidas

Entregada a la misión de distraerme viendo televisión, voy pasando canales sin parar y me detiene ver a uno de los actores internacionales que más disfruto ver en películas, sentado como invitado de un programa de entrevistas. Me digo ¿Por qué no?, y me quedo viéndolo.

Los comentarios divertidos del actor, provocaban carcajadas a la audiencia, a mí que no me sacan tan fácil una risa, logre sonreír con algunos de sus relatos.
De pronto y sin entender la secuencia, el entrevistador cambio el tono, bajaron las luces del estudio y comenzó a mencionar hechos dramáticos de la vida del actor acompañado de imágenes antiguas relativas a lo que decía… Solo faltaron violines de fondo para hacer la escena más penosa.

El actor se desoriento, la expresión de su rostro lo indicaba, solo después de su desconcierto logro seguirle el ritmo a lo que trataban lograr con él: un momento conmovedor.
Hablo de la muerte de su hermano, de la ausencia de su madre, en lo que eso represento para sus problemas de pareja y un montón de motivos más que tenían como fin hacer llorar a los espectadores.

Yo, que tengo las lágrimas más a flor de piel de lo común en los últimos meses, en lugar de sentirme conmovida, me sentí molesta, ofendida.

Es que no entiendo ¿por qué hay personas que usan tus buenos sentimientos como estrategia para conseguir lo que desean?, ¿Por qué hay que remover situaciones dolorosas solo para convencer a alguien de algo?, ¿Por qué parece no importar el dolor que eso cause en el otro?

A mí me hace llorar cualquier cosa, mientras más pasa el tiempo me sucede con mayor facilidad, pienso en el pasado y en comparación, me he convertido en una llorona.

Cuando Leonardo me conoció, me dijo en múltiples ocasiones que yo parecía de hierro, que con nada lloraba y creo que esa “insensibilidad” de mi ser lo conquisto un poco… Creo que se enamoro de algo falso, nunca he sido esa mujer de piedra.

Me siento muy tonta llorando, y me da vergüenza con él, no quiero ni que se dé cuenta.

Pero ahora que lo pienso: ¿en qué se baso Leonardo para decir que yo era de hierro y no lloraba con nada?. En el momento en que me lo dijo, por qué carajo iba yo a llorar si estaba más que feliz, enamorada, con la autoestima fortalecida por el amor recién encontrado y sin ninguno de los problemas que van surgiendo a medida que va uno creciendo.

He culpado a las hormonas, mi ciclo menstrual, el estrés, los cambios, hechos particulares, he usado ya todas las excusas que me han dado las revistas para entender esta sensibilidad mía. Lo único que no había considerado es que nací así, llorona, sensible, emotiva.

Una vez, cuando era muy pequeñita mis padres me llevaron a una pizzería y yo estaba demasiado contenta, pero afuera había una señora tirada en el piso, que lucía sucia y extendía su mano a todo el que le pasaba por enfrente para que le dieran algo. Se me quito el hambre, no pude comer y en medio de la cena arranque a llorar. Cuando pude hablar le pregunte a mis padres: ¿Qué tenemos que hacer para que ella ya no esté así?, podemos darle tu pizza si quieres. Se la dimos, pero igual yo seguí triste toda la noche.

No era capaz de entender por qué hay gente tan desdichada en la vida.

Todavía no lo entiendo. Por eso en un momento de mi existencia lo cuestione todo, me enoje con el Dios en el que me enseñaron a creer, le reclame tanta injusticia, me sentí tonta, engañada y eso me llevó a decidir hacerme de la vista gorda, ignorar el dolor que había a mi alrededor… Y abrace una de las frases que dice uno de mis tíos: ¨Yo no he hecho mundo¨, para quitarme de encima cualquier situación ajena que demandara de mi colaboración.

Y adoptando esa “doctrina” de vida, me di cuenta que la mayoría de las personas eso es lo que terminan haciendo. Actuar como si no vieran nada, sin ser ciegos.

Pero mi conciencia no me dejo quedarme en este camino, y al final de cuentas volví a ser la misma del principio.

No creo en religiones, no ando con intenciones de evangelizar, yo creo en que a cada persona le llega el momento exacto para encontrar una fórmula espiritual que le resulte, si es que lo desea. Esas cosas no se fuercen.

Pero a mí me tranquiliza confiar en que no andamos solos por la vida, que hay ser un superior que si escucha lo que le decimos y aunque nos resulte muy difícil y muchas veces hasta doloroso, comprender sus designios, tarde o temprano le terminamos dando la razón.

No creo en las culpas, las penitencias, la caridad impuesta, la salvación por medio al dolor, objetos benditos, beatificaciones, diezmo y otros chantajes más.

Si creo en un Dios de amor, que me escucha y me colma de bendiciones cada día. Creo que provienen de él los mejores sentimientos que hay dentro de mí, muchos de los cuales son los responsables de que mis ojos tan fácilmente se llenen de lágrimas y que aunque me lo proponga no pueda hacer caso omiso a tantas injusticias.

Ese tipo de sentimientos, así como los dolores del pasado de cada quien, deberían ser intocables, inviolables, inaccesibles para cualquier otro ser humano. Por eso me da rabia que en la televisión, en iglesias, retiros, conferencias y otros tantos, se valgan de mover esas fibras sensibles para convencer.

En cuanto a mis lágrimas, he resuelto dejarlas fluir a su gusto. Si estoy feliz, si logre algo increíble, si fui testigo de un milagro, si me invade la tristeza, si me duele el adiós de alguien, si me derrumba el mal ajeno, si me gana la impotencia, lo que sea que me provoque llorar, le daré rienda suelta.

Ya no las voy a aprisionar más, ellas tienen su razón de ser. No siempre lo podré explicar, no siempre podré ser entendida, pero qué más da. Cada quien con lo que le funcione.

1 comentario:

  1. Así es querida Yuyita las cosas simplemente hay que dejarlas rodar, que tomen su curso y no presionar para que ellas se adapten a ti o lleguen a ti. Siempre he pensado que cada situación sucede porque tienes algo que aprender de ellas y porque cada dolor, desilusión y hasta la misma traición te van forjando para ser fuerte y enfrentar la próxima. No te deprimas,sé felíz,y siempre por más malo que sea lo que te pase, búscale el lado positivo a todo y ya verás. Aunque a veces es bueno dejar las lágrimas correr para que se limpie el alma pero no convertirnos en lloronas. Animo!

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