Las penurias por las que pasa alguien sin carro en Santo Domingo son tan grandes que hay cosas que si se le cuentan a alguien que no conoce el trajín de quien anda en guaguas y carros públicos se negaría a creer muchas historias.
Después de cuatro años de trabajo y universidad, me considero toda una experta en estos afanes y hasta cuento con reglas y consideraciones que tomo en cuenta al abordar el transporte publico, en cualquiera de sus manifestaciones (entiéndase guaguas, voladoras, carros y motoconchos)…
Por ejemplo nunca me subo en la parte trasera de un carro público si soy la tercera pasajera porque sé que me tocara ¨echarme para adelante¨ cuando alguien más se monte. Tomo en cuenta la dirección del sol para saber si me siento adelante o atrás para no ir quemándome el brazo todo el camino (igual ya tengo un brazo mas moreno que el resto de mi cuerpo). Bajo ninguna circunstancia le discuto a un chofer público (sobretodo si se trata del precio del pasaje), porque sin importar que tan errados estén ellos siempre tienen la razón y aparte de hacerte pasar fácil una vergüenza no les cuesta mucho trabajo detener el auto y sacarte a los gritos de su vehículo.
Evito montarme con chóferes jóvenes porque aparte de que llegas sordo con el regueton a todo volumen que suelen llevar, manejan como si estuvieran en una Drift y se olvidan de que la vida de uno esta en sus manos mientras ellos juegan a la carrera.
Y si esta lloviendo dirijo a Dios todas mis suplicas para que todo el que esta dentro del auto este bañadito o al menos que no tenga un olor muy fuerte porque cuando suben las cuatro ventanas la respiración de siete seres humanos, apretados, mojados, con bultos y con calor quedan encerrados sin remedio hasta la próxima parada.
Habría que experimentar el pánico de ver que el chofer se detiene justo donde espera un gord@ que podría ocupar el espacio de tres pasajeros (que para rematar esta todo sudoroso) o la charla de un señor que aparte de plantear un tema que ni estas escuchando te toca constantemente y ¨accidentalmente¨ te escupe saliva al hablar para poder comprender mi desesperación por dejar de ser peatona.
Y es que definitivamente aquí en Santo Domingo el que anda a pies no vale mas que un perro… O estaré yo exagerando?
Para nada exageras, es muy cierto!!
ResponderEliminarno me recuerdes plissss
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