viernes, 25 de septiembre de 2009

La tipa esa…



Siempre he escuchado a mi abuela decir que quien busca siempre encuentra, en el mayor de los casos aplicándolo a los maridos y al respeto de su privacidad.
Irónicamente ella no es un ejemplo del respeto a la vida ajena, muchísimo menos a la de mi abuelo, pero al menos tuvo la buena intención de enseñarme a no buscar entre las cosas de ningún hombre para no encontrar indicios que delataran una infidelidad... A pesar de que con sus acciones me enseño a ser desconfiada y tratar de controlar lo más que pudiera todo lo que estaba a mi alrededor, empezando con mi pareja.
En esta ocasión no fui yo quien se puso a buscar para ver que encontraba sino mi superamiga Martita, quien cansada de tanta indiferencia de parte de su novio, se olió que ¨otra¨ podía ser la razón y decidió jugar a la espía conmigo.
Quise darle un discurso de la confianza y un reguero de cosas más que sabía que ni tan al final ella no escucharía, así que ahorre mi saliva y me limite a preguntarle cual era exactamente el plan.
Seguimos al supuesto ¨infiel¨ hasta una plaza comercial. Al desmontarse del vehículo pudimos observar que efectivamente andaba con una mujer a la que por más que luchamos por verle la cara, escondidas detrás de zafacones y en las esquinas, no identificamos.
Seguimos su recorrido por varias tiendas, observando que en ningún momento se tomaron de la mano o demostraron ser una pareja, Martita solo repetía una y otra vez que la mujer le resultaba conocida, pero no se decidía a hacer nada más que seguirlo.
Cansada de que todo el que nos pasaba por al lado se quedara mirándonos pensando tal vez que estábamos locas, me levante para decirle que ya saliera a enfrentarlo cuando de pronto mis ojos se toparon con Leonardo dándole un beso de película a otra.
Leonardo, mi ex, el que todavía amo, del que todavía espero una llamada cada noche.
Ese mismo Leonardo besaba apasionadamente a una rubia flaca, más alta, pechugona y glamorosa que yo en medio de la plaza comercial, como si el mundo no importara, solo los labios de la tipa esa.
Sentí mi corazón rodar por una escalera, la voz simplemente no me salió de la garganta, solo apresure mis pasos para que no me viera allí, toda humillada y adolorida, preguntándome si ella era mejor que yo, si me había abandonado por estar con ella, si yo había dejado de ser hermosa, si ya me había dejado de amar o era el clavo para sacarme a mi de su corazón.
Y me concentre en odiarla, aún sabiendo que ella no era la razón de la distancia entre nosotros. Desee que dejara de existir, aún cuando estaba consciente de que estaba cometiendo el error de odiar a la persona equivocada, pues era el quien alguna vez había estado conmigo. Quise destruirla, como si con eso fuera a cambiar el hecho de que ya jamás volveríamos a estar juntos y que definitivamente el ya me había superado.
Ese día Martita descubrió que la mujer con la que andaba su novio era su cuñada, o sea la hermana de su novio. Tan pronto como se dio cuenta de su error brinco de la emoción y salio al encuentro de su fiel compañero dándole besos y abrazos como si la cuñada y yo no estuviésemos ahí, tan emocionada como la rubia flaca que se apoderaba de los besos de mi amado… Aunque él ya no me amara….

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