viernes, 8 de octubre de 2010

Yo, una loca perseguidora


No sé cómo fue que llegamos a este punto, jamás imagine protagonizaría una escena tan absurda de mujer dolida y perseguidora. No me conozco, me da vergüenza admitir las cosas que he hecho en los últimos días; lo he insultado, le he rogado, le he llorado, lo he hostigado, lo amenace y todo eso solo me sirvió para alejarlo aún mas, cuando lo único que he buscado con desesperación es retenerlo, que no se vaya y me deje con un hueco de su tamaño en el corazón.

El trato de tranquilizarme y cuando lo logro volvió a decirme lo mismo que dijo en un principio, que ya no podía seguir conmigo.
No, no es un adonis, no va ni cerca de serlo, de hecho casi todos los que lo conocen no han disimulado su desconcierto al enterarse de que soy su pareja; me han dicho sin disimulo que le quedo grande.
El tema del dinero no es ni siquiera un tema con él, pues nunca tiene, así lo encontré, así me enamore, así se da el lujo de echarme a un lado y decirme que ya no desea continuar con la relación.
Y no dejo de pensar en esos días en que me llamaba a todas horas, decía necesitarme y soñaba en voz alta en formar una familia conmigo… Y aunque aquellas aspiraciones de mi amado siempre dejaban un silencio incomodo entre los dos, porque me aterroriza la idea de casarme y lo de convertirme en madre me parece el límite del masoquismo (porque eso de pasar por tantas sacrificios físicos y emocionales para finalmente tener un bebe en brazos, me parece un precio demasiado alto para una recompensa tan poco anhelada por mi), hoy daría la vida por escucharlo hablar de estas terroríficas ideas, al menos cuando las decía me confirmaba con eso que quería estar a mi lado.
Aunque para ser sincera, cuando me decía esas cosas yo no me moría por él, la verdad es que me sentía medio abrumada con sus palabras, atenciones y personalidad, mas de una vez me pregunte que hacía yo a su lado y prefería hacer caso omiso a la pregunta cuando me daba cuenta de que mi otra alternativa era quedarme sola y empezar de nuevo. Quería empezar de nuevo, pero no tenia deseos de estar sola.
Yo nunca morí por él, hasta el día en que me dijo que ya no quería seguir conmigo.
Es que él no podía hacerme eso, un hombre que, según muchos de mis conocidos, debía de andar con una foto mía en el tshirt con un letrero que dijera “Si, ella es novia mía, ni yo me lo creo”, se había dado el lujo de botarme y eso me duele.
Me duele más que no contar con él los viernes en las noches para salir a distraernos, porque desde que mudaron mi serie favorita para las noches de los viernes confieso que el medio me estorbaba esas horas, me mortificaba estar a su lado pensando en que quizás no podría ver la repetición ese fin de semana del capítulo nuevo que quedo super interesante la pasada semana.
No sé que voy a hacer los temidos sábados en la noche, aunque al fin me libraría de su inoportuna llamada de cada sábado justo cuando estoy en medio de mi siesta; ya no sentiré ese pique y esas ganas de darle una charla sobre la desconsideración.
Ya no tendré a quien contarle mis muy variados antojos diarios, ni a quien pedirle que me los compre, aunque sin él al fin podre cenar ensaladas, ya no me lo va a impidir arrugando la cara y poniendo expresión de asco.
Me preocupa que cuando sienta antojo de besos probablemente me sienta tentada a llamarlo como en estos días y a aceptar las condiciones que me ponga, solo por migajas de afecto… Y si eso sucede me querré morir de la vergüenza luego de que ocurra, sería como una burla de la vida y de él mismo, después de que me pasara la relación entera discutiendo con él porqué siempre que se le ocurría besarme me parecía tan poco adecuado el momento y el lugar; ahora que lo pienso bien, casi nunca lo quería besar, no por algún hecho particular, simplemente no me nacía; y cuando lo besaba con mayor pasión casi siempre era porque nos estábamos reconciliando.

La verdad, es que creo que él nunca me gusto, o tal vez me gusto al principio y cuando empecé realmente a descubrirlo fue que entendí que él no es el que es, no me hace feliz, solo me tranquilizaba su compañía porque ahuyentaba mi soledad.
Y si esta semana he caído en lo más bajo que puede caer cualquier ser humano por otro, no se lo puedo achacar al amor, más bien a la rabia de que la soledad igual me alcanzo por mas que le corrí, a la ira que me da conmigo misma por haberme quedado esperando que él me dejara aun cuando yo desee dejarlo mucho antes de que él pudiera imaginarlo, al desconcierto de escucharlo tan decidido escapando de mi como si yo fuera un monstruo, a la impotencia de no poder retener ni regresar a aquellos escasos días donde el mundo parecía un lugar lleno de felicidad y los días venideros eran más prometedores, nuestro amor acababa de surgir y no había nadie rogando o dando asco por el otro; mi dignidad aun existía.
Ojala hace una semana hubiera reflexionado estas cosas y no tuviera esta vergüenza tan grande hoy, por haber protagonizado escenas tan ridículas, como penosas y dramáticas…
Quedare en su vida inmortalizada como la loca que no acepto su partida y lo persiguió, mientras que
él siempre será la lección que me hizo entender aquella canción que dice “la costumbre es más fuerte que el amor”, porque creo que la costumbre y el miedo al cambio fue lo que me mantuvo resignadamente a su lado.



2 comentarios:

  1. Cosas pansa en nuestras vidas, esto de forma inesperada, algunas para bien otras para mal... pero solo el tiempo dice cuando nos equivocamos...

    ResponderEliminar
  2. Disculpenme la demora en responder han sido unos dias de locura :p
    Anonimo, definitivamente que el tiempo es el que todo lo define y hasta tiene efectos curativos, es lo mejor que nos aporta.
    Ana Maria, por supuesto que estoy de acuerdo con su propuesta, yo feliz de ayudar y recibir ayuda.
    Gracias por los cumplidos que le hace a mi trabajo. Exitos en su web, dejeme saber la direccion para conocer su propuesta. Un abrazo!

    ResponderEliminar