viernes, 6 de mayo de 2011

Mi Celestina


Mi casa parece un santuario, desde hace días a mi mama le ha dado con andar encendiendo velones en las esquinas y en las mañanas ya la he sorprendido dos veces muy concentrada orando en voz alta.
Me imagino que Dios la escucha y pone en la lista de “pendientes no tan urgentes” sus peticiones, pues lo que la hace arrodillarse y comprar velones es el deseo de que yo encuentre un buen hombre para casarme.
A ella no le importa que tenga una relación con Leonardo, a estas alturas, ella decidió ignorar que eso existe, para ella yo estoy soltera y en necesidad de nueva pareja.


Ninguno de mis enamorados, novios fugaces o eternos le han parecido suficiente, ninguno son ¨el hombre de mi vida¨. Con mis romances más breves ella supo y pudo contener sus deseos de intervenir, se mordió la lengua más de una vez para no decir que no los soportaba.

Con Leonardo intento hacer lo mismo, pero como la relación se torno un poco más seria, ya la voluntad no le alcanzo para guardar silencio y distancia, cada vez que pudo me dijo de todas las formas existentes que no me convenía, que no le gustaba, que debía dejarlo.
En un momento de mi vida llegue a tomarme muy a pecho esta situación, la enfrente varias veces, llore mucho, sus palabras me dejaron pensando cosas que luego me causaron miles de problemas con Leonardo. Después de un tiempo la entendí y ella hizo un esfuerzo por regresar al silencio y morderse la lengua.

Asumo que desde hace algún tiempo se dispuso a bloquear a Leonardo de sus pensamientos y emprender planes de invocarle al universo un marido digno de mí.

Ella siempre fue la primera en espantarse con la idea de que me casara o que me fuera de la casa, pero ahora veo que lo que no le gusta de la idea es que me case con Leonardo o me mude sola. Ella dice que en esta sociedad machista, a una mujer que la encuentren viviendo sola, un hombre jamás le pedirá que se casen, si no que se irá a vivir con ella o mantendrá una cómoda relación de entrar y salir cuando y cuantas veces quiera. Aclaro que es su criterio, no el mío.

Siempre me ha monitoreado que ande lo más presentable posible, pero desde hace algunas semanas el asunto se ha vuelto casi una enfermedad.

“¿Te has visto las manos?, tienes semanas sin siquiera pintarte las uñas, así no podemos estar, no te lo voy a permitir. Depílate las cejas. ¿Qué haces tú andando con el pelo recogido?, ¡vete al salón!. Hoy no cenas, ni creas que te voy a dejar ponerte gorda.

Esas son solo algunas de las cosas que me dice a diario, ella cree que no me doy cuenta que anda muy apurada por tenerme como muñequita de vitrina, preparada para la llegada de ese casi “mesías” que anda invocando para mí. Yo no digo nada, ella tampoco.

La boda del príncipe William y Kate Middleton la vio una y otra vez con lágrimas en los ojos, hasta mi padre la observaba con rostro de preocupación. Solo yo entendía que ella lloraba anhelando que yo fuera esa plebeya que un príncipe convirtió en princesa, con fanfarria y toda la cosa.

Ay mami, ¿qué voy a hacer contigo?...

Como le hago entender que yo no ando buscando príncipes, ni fanfarrias, ni boda.
No, no me aconsejen hablar con ella, porque ya hemos tenido la conversación mil veces y al igual que a Leonardo, ella ha decidido ignorar lo que digo.

Si me ve preparando algo de comer en la cocina o con interés de inventar algo comestible, arruga la cara y con un tonito burlón me pregunta: “¿estás aprendiendo para cocinarle a Leonardo?”, si miro algún encarte de electrodomésticos o de una tienda por departamentos me dice: “¿ya van a empezar a comprar los muebles?”. A cada rato me dice que soñó verme embarazada de Leonardo, supuestamente para advertirme que no debo descuidarme, pero detrás de su advertencia esta la oportunidad de decirme que Leonardo no tiene las condiciones para enfrentar una situación así, que arruinaría mi vida, y por ahí se va la cosa.

Ayer definitivamente cruzo la línea. Me pidió que la acompañara a una actividad que tenía una de sus amigas en su casa, algo bastante raro en ella. Yo pensando en que tal vez sería un momentos de esos que uno necesita para estrechar los lazos afectivos, le dije que sí. Llegamos a la casa de la amiga, no veo a nadie más en el lugar, ni decoración especial ni nada. Mi madre desaparece por un largo rato viendo unas supuestas cortinas que estaba vendiendo su amiga, yo me quedo sola en la sala hasta que aparece este hombre con cara de adolescente en pleno proceso de crecimiento, con la cara llena de grasa y espinillas, tan alto que casi pegaba al techo, vestido de chaqueta formal y una sonrisa en la cara.

Me dice: “hola tu eres Yuyita, verdad?, mi madre me ha hablado mucho de ti”

Entendí la “trampa” de mi madre, me disguste al extremo, la paciencia solo me alcanzo para pedirle al joven que me disculpara con mi madre que me llamaron urgente del trabajo, y salir corriendo de allí.

Ella eligió fingir que no había pasado nada y ha estado cantando todo el día, yo le seguiría el juego, pero en cada habitación de la casa hay velones o restos de ellos; velones que ya se que acompaña de obstinadas oraciones, y eso no me deja olvidar su “causa”.

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