domingo, 22 de enero de 2012

La boda inventada


¿Sabes cómo gastar 219 pesos pendejamente?, fácil, invéntate una boda fantasma, créetela, entusiásmate saliendo a comprar artículos para tu nueva casa y encapríchate con un estúpido perrito de cerámica, para adornar cualquier sitio.

Eso fue lo que hice yo cuando invertí mas de siete mil pesos en cosas que tienen 365 días y un poco más en una esquina almacenando polvo, pasando vicisitudes, padeciendo mi indiferencia.

Bueno, no fue que yo me imagine una boda o algo así, más bien fue que en uno de esos golpes de amor en mi relación con Leonardo, no me pareció tan espantosa la idea de vivir bajo el mismo el techo y jugar a la casita feliz. Me deje convencer por su entusiasmo y su determinación al advertirme que lo máximo que podría estar sin ser mi esposo serian seis meses, ya para mayo él quería tenerme ocupando el otro lado de su cama.

¿Qué si me entusiasme con la boda?, no había boda de la cual hablar, yo nunca me imagine eso, tanta gente en contra de la relación, las idioteces que ambos cometimos en el camino y otros tantos periquitos más, hacían que fuera realmente absurdo siquiera considerar hacer una celebración
.

Se lo conté a una de mis amigas más cercanas y luego de par de muecas, en las que trato de disimular que estaba en desacuerdo con aquel disparate, me dijo que tal vez así se iban a acabar muchos de los problemas que teníamos.
Yo había oído cosas estúpidas pero eso sigue ocupando una de las primeras posiciones en mi top ten, ¿Cuándo se ha visto que un matrimonio arregla una relación jodida?, ¿Acaso la convivencia saca lo mejor de cada quien o se convierte en un remedio mágico para los defectos del otro?

Las fundas siguen intactas en la misma esquina en que las colocamos ese feliz día de diciembre en que salimos a comprar todo. Lo próximo en la lista era la cama, ya estábamos de acuerdo en el tipo de cama que queríamos, lo que aún estaba discusión era el color de la habitación.

Yo me creí tanto el cuento que exigí una llave de la casa, lo regañaba cuando veía que no despolvaba algunas partes de la casa o no me comunicaba alguna decisión del residencial. Hable con la vecina de la quinta, que es como la líder del lugar, ella encabeza la junta de vecinos y le informe que como estaría próximamente viviendo allí ya quería comenzar a asistir a las reuniones y estar al tanto de todo.

El día que dije eso, debí haber tenido el “señora” en la cabeza, metida en el personaje de doña Yuyita, parecía todo un pavo real. Pero me hicieron rápidamente descender cuando la vecina me dijo de una manera muy educada que solo cuando ya estuviera viviendo en la casa podría participar de las reuniones.

Durante esos meses tire a la basura tantos años de principios feministas que me fueron inculcados, yo solo aspiraba a ser la mejor ama de casa, la perfecta mujer de Leonardo. Y lo torture con mis guisos y todas las recetas que me inventaba o buscaba en internet, solo para demostrarle lo que iba a encontrar en casa cuando llegara por las noches.
Hoy en día, considero una muestra de verdadero amor el haberse comido una harina de negrito que le prepare una noche. Parecía mas vomito que comida y apenas pasaba por la garganta, pero él se la comió toda y no me hizo critica alguna. Yo me di cuenta de lo terrible que estaba cuando me anime a probarla al final.

Me pregunto qué debo hacer con estas cosas que compramos, tal vez deba regalarlas o venderlas a una de mis amigas que andan armando boda, entregárselas a mi madre para que disponga de ellas en la casa, aunque me ametralle con preguntas, o darle la libertad a Leonardo para que las use en su casa si lo desea… O nada de lo anterior.

Todavía no estoy lista para desprenderme de esto, de este pedazo de mi vida que se quedo en planes. Increíble como se pasa del amor al odio en un abrir y cerrar de ojos, como de no poder estar separados de pronto ya no puedes ni verle. Pero ya Yuyita, deja de darle tantas vueltas a lo mismo, así es la vida y no hay de otra. Supongo que este capítulo de mi vida lo podre archivar con el nombre de la boda inventada, es en lo único en lo que puedo intervenir a estar alturas... Y las fundas, pues que se queden ahí un rato mas, es la única prueba que tengo de que no me invente todo este cuento.

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