domingo, 22 de enero de 2012

La ruedita del hamster


“Me siento tan vacía” fueron las palabras de Lolita, me lo dijo así de repente y de la nada, en una pausa de esas interminables conversaciones triviales que tenemos para disipar la mente.
Quede muda, tenía tanto que decir que mejor callaba. Yo también me siento así, sobre todo después de haber pasado un período festivo o de asueto.

Unas breves vacaciones es todo lo que necesito para darme cuenta de lo vacía que esta mi vida, que sin trabajo, yo no soy mucha cosa, poco valor le quedan a esas horas que se quedan desocupadas y en las que tiendo a ponerme algo triste.

La sensación es más parecida a tener un gran y hermoso baúl sin contar con nada que ponerle dentro... Uno puede convencerse de que es prescindible y abandonarlo en el camino, enfocarse en el montón de cosas que no dejan ni pensar con claridad. Pero igual ese baúl no va a pasar a ser de nadie más, ni se va a llenar con otra cosa que no sea lo que le corresponde.

Siempre llega a mi cabeza aquella frase de “Vivir para trabajar o trabajar para vivir”, es definitivo y patético pero real, yo vivo para trabajar y hasta las cosas que hago supuestamente por mí, como ejercitarme, ir a terapia, comprar ropa y demás, todas al final las hago para poder seguir trabajando. Para parecer equilibrada, para tener algo de ánimo, para mantener en calma el estrés, para estar presentable, para poder.

Es por eso que en diciembre, cuando me dispuse a crear mi lista de metas 2012 el primer lugar lo ocupo “vivir más”. Y me propongo cumplirlo con seriedad, porque si no lo hago, sospecho que un día me descubriré una anciana llena de medallas, reconocimientos, logros profesionales y con la alegría y el corazón más arrugado que una pasa.

Suena como algo que podría suceder un día muy lejano, pero que va, los días andan corriendo, los meses ni piden permiso, andan con más prisa que yo un lunes cualquiera.

No, este vacío no se llena con religiones, dioses católicos, evangélicos, ni de ninguna otra clase, que nadie me hable de nada parecido. Tampoco es falta de amores, de amigos o de familia, de todo eso tengo y llenan su cuota de alegría en mi vida. No son metas no alcanzadas, ni anhelos que no llegan…

Me siento presa de mi misma, de este sistema social tan cuadrado, con edades, límites y el mismo libreto para todos. Todos los días las mismas calles, las mismas cosas, el mismo afán… Es como si estuviera en una ruedita de esas en las que corren los hámster, donde ellos se esfuerzan y se esfuerzan, pero siempre están en el mismo lugar, la ruedita corre pero una base se encarga de que se quede estática dando vueltas en el aire.

Tantas veces me pregunto, ¿y si en lugar de estar en esa ruedita estática, pudiera correr en campo abierto?, perdería el confort y la seguridad de la jaula, pero me daría la oportunidad de sentir que estoy viviendo, que no soy tan cobarde, que me atreví a lo que pocos se atreven: a hacer lo que de verdad quise. Y al final de mis días en lugar de reconocimientos y logros, lo que me queden sean las alegrías y experiencias de lo que yo elegí para vivir.

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