miércoles, 7 de octubre de 2009

El dilema de una señorita



Si no lo hubiera conocido personalmente jamás hubiera creído que en verdad existiera un hombre tan maravilloso. Es buenmozo, gracioso, simpático y con cierta solvencia económica que se evidenciaba en el aspecto del vehiculo que conducía.
En ese mismo vehículo llegaba cada mañana Laurita, mi compañera de trabajo y novia del admirado prospecto.
En la oficina ninguna disimulaba que se le salía la babita cada vez que lo veía, pero Laurita lejos de sentirse superior a las demás por la tremenda suerte que tenía ya estaba considerando dejarlo, luego de que pasaran tres semanas atormentándose en su dilema.
Con veinte años de edad, un novio casi perfecto y una presencia llamativa, Laurita todavía era virgen y ese precisamente se había convertido en su problema.
Por más de un año Raúl fue paciente y respeto sus límites, siempre le demostró su cariño, de eso no quedaba dudas, pero últimamente ya no se conformaba con sus charlas y temerosos besos de colegio, él quería más y eso tenia a la pobre Laurita al borde de la desesperación.
La encontré en el baño de mujeres rodeada de la mitad de la oficina, todas entre risas y gestos exagerados le aconsejaban como resolver la situación de una buena vez por todas.
Solo dos de las presentes le aconsejaron no ceder si no se sentía preparada, todas las demás incrementaron sus temores diciéndole que si ella no se decidía él se iría con otra que si estuviera dispuesta. Se escucharon expresiones como: ¨!Eso de ser virgen ya no se usa muchacha!¨, ¨Ponte las pilas que ya tu eres una mujer¨, ¨Te va a gustar, atrevete¨, ¨Bebete par de tragos y dale pa´lla¨.
Y la pobre Laurita más callada que una piedra se limito a escuchar y a sonrojarse.
Sentí pena por ella porque la entendía, comprendía perfectamente su dilema y el sentimiento que llevaba dentro.
Me hizo recordar los primeros atentados contra mi virtud, cuando las manos de un muchachito atrevido quisieron sobrepasar la altura de mi cintura. Casi no podía disfrutar aquellos besos de adolescentes porque eran una lucha entre la osadía de ellos contra el control mío que me hacia quitarles pronto las manos donde las pusieran.
El miedo de terminar siendo una de las muchachitas que toda una generación recuerda como la que ¨salió embarazada en el colegio¨, era más grande que yo y ni hablar del lio que se me iba a armar en mi escandalosa familia, quienes se iban a pasar la vida recordándome que fui una vergüenza para todos.
Esas ideas adicionadas a la cantidad de boberías que me enseñaron en un colegio de monjas fueron suficientes como para pensar el asunto más de dos veces y convirtió en un verdadero infierno un proceso por etapas de algo que debió ser natural y hermoso.
Porque a pesar de estar en pleno siglo XXI la virginidad femenina sigue siendo un trauma dosificado. El sexo continúa siendo un pecado y seguimos señalando a la adolescente que salio embarazada cuando aún no se graduaba del bachillerato como si todas pudiéramos presumir de habernos graduado puras, santas e inmaculadas…
Pero nosotras tenemos la culpa, las mujeres somos las que nos hacemos la vida difícil, como si nos hiciera falta más complicaciones adicionales a las que las naturaleza nos otorgo por el solo hecho de nacer mujer…
Laurita prefirió dejarlo, estuvo seis meses tranquila hasta que él volvió a llamar, llevan dos meses saliendo y han sorprendido a todos anunciando que tienen planes de boda…
Definitivamente es mejor hacer lo que el corazón nos dicta, el sabe más que nosotros y la vida nos lo demuestra cada día…



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