martes, 6 de octubre de 2009

La culpa es de las novelas


Cediendo a la insistente solicitud de mi pequeña prima, esa mañana partí con ella rumbo al Palacio de los Deportes para ver ¨Princesas on ice¨ de Disney.
Nunca imagine que en pleno espectáculo mis ojos se llenarían de lágrimas cuando Aladino subiera en una alfombra voladora a la torre de un palacio para ir a buscar a su amada Jazmín, era una película que había visto muchas veces en mi niñez, pero nunca desde la perspectiva con que lo veía ahora, por eso nunca antes llore.
Para ese joven soñador no habían obstáculos para estar con su amada, ni siquiera el hecho de que fuera una princesa, él un plebeyo y estuviera bien guardada en la torre de un palacio, él se inventó una alfombra mágica y se la llevo a volar con él lejos de la realidad… Como tantas quisiéramos que nos sucediera.
De inmediato caí en cuenta de que esas ideas tan babosas eran las culpables de parte importante de nuestra infelicidad, o sea de la infelicidad de la mayoría de las mujeres.
Recuerdo perfectamente como me pasaba las noches de mi niñez embelesada con Eduardo Capetillo en la telenovela ¨Mari Mar¨, ese hombre que al principio fue indiferente con la inculta protagonista y que luego termino locamente enamorado de la que resulto ser una millonaria hermosa que con el pasar de muchos capítulos, humillaciones, maldades y lloradera termino siendo su señora en una pomposa boda que se frisó en la pantalla con las letras ¨FIN¨.
O en ¨The notebook¨, donde la pasión de dos adolescentes se mantuvo tan encendida como en los primeros días hasta el día de la muerte de los protagonistas, cuando ambos eran dos ancianos.
Historias llenas de mentiras e idealismos que confunden nuestras mentes y nos hacen creer que la vida siempre estará de nuestro lado, aun cuando parezca no estarlo.
Por esas historias de pronto creemos que la bruja de la oficina, la que diariamente nos hace la vida imposible, al final del cuento las va a terminar pagando todas las que nos ha hecho. Que dentro de nuestra familia hay un secreto favorecedor por medio del cual terminaremos ricas, sin dar un golpe ni de karate. Que el hombre de nuestros suspiros va a hacer hasta cursos de astronomía quántica (no se si eso existe) si es necesario para irnos a buscar una estrella y así probarnos su amor; Y que sin importar lo equivocada que los demás aseguren que estemos en alguna ocasión, somos las protagonistas de la novela por tanto las buenas de la historia y las que siempre estamos bien…
No sé como lograré evitarlo, pero si algún día llego a tener una hija, no quisiera que crezca con esas ideas entorpecedoras que solo sirven para sufrir, pues cuando la realidad choca de frente se comienza a formar una montañita de desilusiones que nos hace sentir miserables.
Todos los hombres no son detallistas, todas no somos tan bonitas como las protagonistas, tampoco somos un dechado de virtudes, hay pocas probabilidades de que si somos pobres nos convirtamos en multimillonarias de la noche a la mañana por una herencia secreta, porque los pobres regularmente nacen de gente igual o más pobre.
Las pasiones duran lo que el tiempo lo permite, nadie se pasa cincuenta años deseándose como en los días de la adolescencia.
La realidad no es tan bonita, pero es mas útil al momento de ser practico.
No quiero que una hija mía sufra por culpa de las novelas o de las películas cursis que con o sin novio al lado siempre me dejan deseando tener más, encontrar al codiciado príncipe azul que (según lo que cuentan las historias románticas) tiene la habilidad de proporcionarme felicidad infinita tan solo con su presencia y siempre estara dispuesto a dar un viaje a la luna solo por mi…

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