lunes, 26 de octubre de 2009

Mi encuentro con la psicologa



Estamos acostumbrados a decirle a nuestros allegados que cuando atraviesen por un momento difícil cuenten con nuestro apoyo para encontrar consuelo... Cuando lo decimos hasta lo sentimos con sinceridad... Pero no en vano reza un refrán que "del dicho al hecho hay mucho trecho"... Porque cuando un amig@ llama más de tres veces con el mismo drama estancado empezamos a pensarlo mejor antes de responder el teléfono.

A mi me pasó con mi amiga Dorita, quien luego de haber recibido el zumbón numero setecientos ochenta y seis de parte de su ambivalente novio paso más de cinco días consecutivos llamándome a todas horas y medio mudada en mi casa, relatándome la misma historia y jurando una lista de cosas que ambas sabíamos olvidaría tan pronto como él la volviera a llamar.

Yo que me sofoco de todo con una rapidez impresionante, estaba mucho más que harta de Dorita y no encontraba la manera de decirle que me sentía ahogada en su interminable lista de lamentos...

Y es que definitivamente la tristeza solo sirve para espantar las cosas buenas que tenemos, los amigos son los primeros que salen corriendo ante la simple sospecha de un amargue en potencia... Si no lo creen solo intenten poner un estado depresivo en Facebook para que escuchen los grillos sonar en el ciberespacio…

Difícilmente alguien te responderá o tratara de darte ánimos. Pero como en la vida de todo se aprende, yo aprendí con Dorita a no atosigar a mis conocidos con mis pesares. Por eso cuando mi tristeza llegó al punto de trastornarme el sueño, quitarme el apetito y dificultarme la digestión supe que era el momento de visitar a un psicólogo...
Antes de entrar al consultorio tuve la misma sensación del que visita a un brujo, como si estuviera a punto de conocer toda la verdad de mi vida y la solución para mi futuro. Una vez frente a la experta empecé a explicarle todo aquel drama circular con Leonardo que me había llevado por segunda vez a la más grande de las tristezas; Mientras yo hablaba, la veía moverse incomoda en el asiento, pasarse repetidas veces las manos por la cara y ocultar sus ojos con lagrimas pasmadas en los bordes. Tuve la impresión de que mi historia era más penosa de lo que imagine y hasta dude en continuar hablando cuando ella me interrumpió para explicarme lo normal que era ese tipo de actitud en los hombres debido a su falta de madurez emocional y otras cosas más. A medida que avanzaba la conversación las interrupciones fueron aumentando.
Mi relato termino recortado en pedacitos debido a sus inoportunas intervenciones que pasaron de un análisis a anécdotas personales de sus pasadas parejas. Cuando llegue a la parte en la que hacía acto de aparición la rubia novia de mi adorado tormento, la terapeuta rompió en llanto, dejándome pasmada y sin saber que hacer...

Lo único que se me ocurrió fue acercarme y abrazarla hasta que se calmara, mientras pensaba en matar a Dorita por haberme recomendado una loca, más desequilibrada que yo para ayudarme a superar mis problemas.

La mujer lloraba porque estaba atravesando por un momento muy similar en su vida personal y aunque era antiético lo que le había sucedido conmigo también era completamente humano derrumbarse y no disimular más.

Lo irónico del caso es que la dramática escena con la psicóloga en lugar de afectarme mas, me fortaleció, pues me vi reflejada en ella, además de que me di cuenta que no solo poseía la fuerza de sobrepasar mi situación sino comprender y ser apoyo de otros, justo como lo estaba siendo en ese momento.

Fue la primera y ultima vez en su consultorio, a pesar de que prometió regalarme

varias sesiones por lo sucedido. Sin embargo, no fue mi ultima visita al psicólogo,

pues en estos tiempos quien no cuenta con uno corre el riesgo de quedarse sin amigos cuando atraviese por una crisis existencial.

No es algo personal con mis amig@s, es que el mundo esta demasiado lleno de problemas como para también cargar con los ajenos… Para eso existen los psicólogos


1 comentario: